El país que inició enero del 2020 con 16 años de un alto y sostenido crecimiento económico y al que los partidos presentaron sus programas de gobierno, no es el mismo: La mujer cuya preocupación era el salón y recoger los niños a la escuela, ahora atiende la casa, a los niños en ella, al esposo que perdió el empleo y está preocupada porque los programas sociales no son eternos, el hambre asoma, además del miedo al coronavirus.
Hablar a esa República de modificaciones constitucionales es una necedad, porque si bien nuestra moderna Carta Política es un queso gruyere llena de huecos y nuestra legislación electoral, una porquería, esas no están entre las prioridades del momento: Además ¿Cuál es la necesidad de levantar el avispero?
Abrir ese tema desgasta políticamente, sin necesidad; abre la discusión a la rehabilitación de Danilo Medina, que apoya Hipólito, vuelve a la mesa cuestión de la nacionalidad y, desde luego, introduce a la iglesia con el tema de “desde la concepción hasta el nacimiento” con las mujeres que procuran la legalidad del aborto: Hace falta ese alboroto al nuevo Gobierno que recibe un país en quiebra emocional y económica? Claro que no.
En agosto no estamos en marzo – como diría Gonzalo – y, si bien, eliminar agencias del Estado que duplican funciones o gastan dinero es correcto, eso no tendrá efecto económico en la vida de los dominicanos; que el CEA pase a Bienes Nacionales y que OISOE vaya a Obras Públicas, está bien, pero eso no resuelve ninguna urgencia del ciudadano de a pie, como tampoco sucedió cuando desapareció CORDE en 1996 y, desde luego que volver a fusionar las edes con la CDE – que podría producir alguna economía de escala – no necesariamente rebaja la tarifa eléctrica, medida que debió haber tomado el gobierno saliente cuando bajó el precio del barril de petróleo: Los combustibles blancos – gasolina y gas oil – no bajan al ritmo del mercado por los impuestos, empero, el combustible de generación no paga esos impuestos. Danilo usó ese ahorro del país para financiar parte de Punta Catalina, algo que ya no hace falta.
La nueva Administración – compuesta por un gabinete sin experiencia en el manejo de problemas de Estado – quizás deba ajustar su programa de gobierno a la realidad para evitar un desgaste muy temprano, pues a la inexperiencia se une el hecho de que es una transmisión de mando hostil: Sale un partido derrotado que llevaba 16 años en control y su gente, mucha de ella protegida por la Ley quedan en los puestos medios: Ni la Ley ni el sentido común permiten despedirlos ahora.
En 1966 Joaquín Balaguer, el más experimentado de nuestros presidentes, asumió la jefatura del Estado – en crisis después de la guerra – con una burocracia establecida que le acompañó doce años; Guzmán recibió esa maquinaria hostil que – en una democracia autocrática sin garantías legales – fue barrida; al término de su mandato y aun siendo sucedido por su propio partido, se suicidó: Los enfrentamientos grupales en el antiguo PRD permitieron la injusta prisión de Salvador Jorge Blanco y la división de dicha organización previo a las elecciones de 1990.
Cuando asume Leonel Fernández en 1996 – tras una alianza política contra natura que sacrificó al PRSC para siempre – la maquinaria del Estado le es afín, tanto que ante su debilidad congresual, Gobierna con los legisladores del PRSC, entonces mayoría. En el 2004 tras la crisis financiera del 2003 que produjo una drástica caída en el PIB, se produce otro cambio de mando hostil que hace esperar la reforma constitucional – que deseaba Leonel – hasta el 2010, luego de dos elecciones congresuales y tras un año de consultas.
Las trascendentes modificaciones a la Carta Política del 1994, tras una gravísima crisis electoral y, las que jamás de debieron producir del 2002 y del 2015, signadas ambas por la compra de votos legislativos, son ejemplo de vergüenza histórica que Luís no querrá repetir: Tendría que negociar y regatear cada voto y temas, le dirán que si a uno pero tendrá que conceder en otros que no son de su interés, ni del país.
La fiebre no está en la sabana, hoy, embarcarse en reformas constitucionales cuando el PRM no cuenta con los votos suficientes y la gente está asustada – en pánico – por el futuro incierto de la economía, en particular de sus empleos, es como la insensatez de boys scouts que juegan con fuego en el bosque en un verano caluroso: Presidente Abinader, designe su procurador – que responda a la política pública criminal de su Administración – no de la sociedad civil -, tome control del CNM, contribuya a mejorar la calidad de la justicia con los instrumentos legales que tiene y deje eso de modificar la Constitución para más tarde, que esa hoy no es la prioridad.