Por Cándido Mercedes
“Volví a sentir la misma alegría que había sentido entonces, de repente todo parecía posible, el mundo
no estaba irremediablemente condenado al cinismo político y la imposición burocrática de forma de
vida sin sentido”.
(Manuel Castells: Redes de Indignación y Esperanza).
La parresia (la verdad) es que simultáneamente, concomitantemente, se están verificando dos momentos estelares de la historia: época de cambio y cambio de época.
Ellos al estar entrelazados conmocionan al mundo y nos hacen repensar el sentido de la vida con sentido.
El contenido cierto y esencial de nuestro paso corto por la tierra. La existencia real hoy, es el tiempo transparente. En nuestra sociedad, por esa sensación de arritmia histórica de que nos hablara el profesor Juan Bosch, algunos acontecimientos (buenos o malos) llegan tarde.
Es el caso que nos ocupa: tiempo transparente. Un tiempo deseado desde el 1978 donde creíamos íbamos a ver superados la corrupción y el clientelismo como amortiguadores y mecanismos de integración social.
Hoy, salir de la tormenta perfecta: crisis sanitaria, económica y social, pasa inexorablemente por el eje del tiempo transparente y el compliance sistemático y abarcador en el conjunto de toda la sociedad. En el 1978 y hasta 1996, la expectativa societal era medularmente política-institucional.
En el interregno del 2008 hasta hoy el desafío fundamental se volcaría hacia la transparencia, rendición de cuentas y el rol de la justicia como verdadero poder del Estado.
En todo este espacio de tiempo se desdibujaron los poderes hacia la centralización de un solo poder, donde el Congreso pasó a ser una mera pantomima. Desde el 2006 hasta el 2020, 14 años de parodia, caricatura, mimesis del Primer Poder del Estado, que de paso, si hay que resalar como tragedia, constituyó la única institución a la que siempre le aportaron los recursos que demandaban en el presupuesto.
Contraste e ironía: el presupuesto del Congreso es relativamente mucho más elevado que el del Poder Judicial. RD$7,619,537,581.00 millones para el Congreso. Segmentalizados así: RD$2,492,979.00 (Senado), y, RD$5,126,559.00 (Diputados). RD$7,877,127.00 Poder Judicial. Necesaria acotación sería que ese presupuesto del Poder Judicial abarca al Ministerio Público que tiene consignado RD$2,227,700.00. Ganar el futuro requiere en esta nueva dimensión de transición, una sociedad de mayor transparencia y compliance, donde el sentido de la jerarquía e importancia de una institución no sea por quien esté al frente de la misma sino por las competencias y la cantidad de trabajo que configura cada organización.
¿Cómo explicar que el presupuesto del Tribunal Constitucional duplique al del Tribunal Superior Electoral y sea alrededor de RD$200 millones más que la Cámara de Cuentas?
El tiempo transparente es la internalización del yo como alter ego para involucrar a todos los sujetos posibles en un nuevo canal que propicie a hacer más con menos. Que proyecte de manera auténtica la diafanidad, la nitidez y donde la opacidad, como ejercicio en los poderes públicos, sea un reducto reflejado en la historia de los dinosaurios.
Ganar el futuro significa colocar en el carro de la historia a millones de dominicanos que hoy están excluidos de la modernidad y posmodernidad (agua, vivienda, sistema de salud, tratamiento de aguas residuales y de residuos sólidos, energía eléctrica) y ello solo es posible si alcanzamos de manera efusiva lograr concretamente el tiempo transparente, no ya como un mero discurso sino como baluarte operativo de nuestro modus vivendi y modus operandi. Byung Chul Han en su libro La Sociedad de la Transparencia nos destaca “Las cosas se hacen transparentes cuando abandonan cualquier negatividad, cuando se alisan y allanan, cuando se insertan sin resistencia en el torrente liso del capital, la comunicación y la información.
Las acciones se tornan transparentes cuando se hacen operacionales, cuando se someten a los procesos de cálculos, dirección y control. El tiempo se convierte en transparente cuando se nivela como la sucesión de un presente disponible”.
La sociedad transparente y el tiempo transparente es la etapa iconoclasta del mayor efluvio y hálito de esperanza. Cuando se le cierran los espacios para la cristalización de los retos, entonces, el río se hace caudaloso y brota y salta por los canales inadecuados, pudiendo asumir la agenda de ese tiempo, pero al mismo tiempo trastocándola y desviando energías.
La transparencia es la positividad que aglutina a un colectivo para desmadejar el individualismo exacerbado, generando un proyecto, una visión y un terreno de NOSOTROS. Juan Bosch encarnaba un proyecto social político. El golpe de Estado derivaría en la Revolución y el subsecuente Estado Bonapartista de Joaquín Balaguer.
Tiempos transparentes traen consigo el compliance, que es la manera de como los gestores públicos, los servidores públicos se apoderan, internalizan la ética, la buena gobernanza. Para ello el compliance elabora un cuerpo de procedimientos, prácticas recurrentes eficientes y efectivas que coadyuven a identificar, detectar y clasificar los potenciales niveles de riesgos que puede acusar una institución o cualquier organización.
Compliance es una estrategia para poder solidificar la importancia de una efectiva gestión. Hoy, es la combinación de lo global con lo local. Una estrecha relación dialéctica de cómo nos miran con lo que hacemos.
Tiempos transparentes con la operatividad del compliance contribuirán a un tejido institucional social productivo más equilibrado y más significativo, en un nuevo juego de cooperación, empatía, sinergia. Destierra, por así decirlo, el juego de suma cero donde la conflictividad disfuncional se vuelve hábito.
Tiempos transparentes y sociedad de la transparencia no están separados del conflicto, sobre todo en nuestra sociedad donde los actores políticos han estado signados por la ficción como mecanismo de manipulación, la cooptación y el engaño.
Es tiempo de realidad que como nos dijera Yuval Noah Harari “Los humanos hemos conquistado el mundo gracias a nuestra capacidad de crear relatos ficticios y de creérnoslos. Por tanto, somos bastante torpes a la hora de conocer la diferencia entre la ficción y la realidad. Pasar por alto esta diferencia ha sido cuestión de supervivencia.
Si, no obstante, queremos conocer la diferencia entre una y otra, hay que empezar desde el sufrimiento. Porque la cosa más real en el mundo es el sufrimiento”
. ¡Clara evidencia para empezar en una nueva asunción de la praxis política social!