Dr. Víctor Manuel Peña
El año 2020 es un año de factura única en la historia de la humanidad: nunca antes existió y nunca jamás existirá!
La pandemia del coronavirus, una verdadera tragedia global en la historia humana, marca la singularidad y la excepcionalidad del 2020.
La pandemia del coronavirus, creada en laboratorio o no, aparece por primera vez en el escenario humano en Wuhan, China Popular, en diciembre de 2019, y a partir de ahí comenzó su rápida propagación y difusión por el mundo entero.
Es indudable que las relaciones entre los países fueron claves para la difusión por la vía aérea y la vía marítima del virus.
Cuando se suspendieron los vuelos aéreos y marítimos entre las naciones y se cerraron aeropuertos y fronteras ya era tarde para evitar la propagación del maleficio.
En principio, los países menos afectados fueron y son los que tienen menos desarrolladas sus relaciones exteriores con el mundo: ese es el caso de muchos países de África
El coronavirus ha desnudado las pobrezas y miserias de los sistemas sanitarios de la mayoría de los países del mundo y las incapacidades de gobiernos y de presidentes como es el caso de Trump, de Bolsonaro, de Andrés Manuel López Obrador y de Boris Johnson.
Y eso ha sido aprovechado intensamente por los que hacen negocios con los Estados vendiéndoles o suministrándoles insumos a los hospitales como medicamentos, equipos, etc. Y por ahí se destapó la gran olla de grillos de la corrupción. Verbigracia: el caso dominicano
Pero el coronavirus no solo ha creado una crisis sanitaria en el mundo sino una gran crisis económica a nivel global que se ha expresado en el desplome total de las economías del globo.
Sin embargo, no obstante todos esos efectos totalmente negativos, incluyendo muy especialmente también los contagiados y las muertes, el coronavirus ha representado un gran negocio para las multinacionales de la industria farmacéutica y las multinacionales de la tecnología digital o virtual.
En el caso de la industria farmacéutica a nivel global nos estamos refiriendo a todos los medicamentos pero de manera muy especial a las vacunas, algunas de las cuales ya se están usando, otras en fase de experimentación y otras de dudosa efectividad.
Al pasar de la enseñanza presencial o semipresencial a la enseñanza virtual debido a la pandemia, la industria de la tecnología digital ha sido y es la otra gran beneficiaria.
Aparte de las industrias mencionadas y de la industria de alimentos, todas las actividades y sectores de la economía han tocado fondo debido a la gran recesión que ha provocado la pandemia en el mundo.
Han zozobrado la producción y el nivel de empleo teniendo consecuencias terribles sobre el agravamiento de la pobreza extrema, la pobreza general y ensanchamiento hasta más no poder de la desigualdad distributiva del ingreso y de las riquezas en sentido general.
Tanto la oferta agregada como la demanda agregada se han ido al suelo en el contexto del funcionamiento de la economía de mercado.
La macroeconomía real y la microeconomía real en el mundo han tocado fondo.
A diferencia de la Gran Depresión de 1929 que comenzó en Estados Unidos y se extendió por el mundo, ahora la gran contracción provocada por la pandemia se ha estado dando al mismo tiempo en todas las naciones del mundo.
La contracción de cada economía contrae el comercio exterior y viceversa, la contracción del comercio exterior contrae con más fuerza la economía nacional. Ese terrible efecto es totalmente inevitable dadas las relaciones de interdependencia entre las naciones y las economías que ha construido la globalización.
Aunque la Segunda Guerra Mundial no se dio porque las naciones envueltas en el conflicto lo concibieron para salir de la Gran Depresión de 1929, lo cierto es que el último eslabón para salir de la Gran Depresión de 1929 fue la segunda conflagración mundial.
Estamos hablando que hubo que esperar 16 años para salir totalmente de la Gran Depresión de 1929 en 1945.
¿Qué tiempo durará esta infernal depresión del 2020 y qué habrá que hacer para salir de ella?
Es difícil precisar el tiempo que durará la pandemia en el mundo, sobre todo en los países pobres y muy pobres por la gran desigualdad que hay entre naciones ricas y desarrolladas y las naciones pobres y subdesarrolladas, lo que se está expresando ya en la aplicación de las vacunas, pero lo cierto es que los efectos destructores sobre las capacidades productivas de las economías de las naciones producidas por la pandemia podrían prolongarse en el tiempo.
La misma gran brecha que hay naciones ricas y naciones pobres explica de manera lógica e inevitable la gran desigualdad que hay en la capacidad de resiliencia de las naciones.
Como el mercado por sí mismo no es capaz de hacer nada, el protagonismo, forzosa y necesariamente, tiene que asumirlo el Estado. Son los Estados de las naciones los que están llamados a jugar un papel clave en la superación de la gran contracción económica por la que atraviesa la humanidad.
Y el protagonismo de por sí lo ha estado asumiendo el Estado en medio de los avatares de la pandemia.
Históricamente está demostrado que en medio de situaciones tan destructoras y tan avasallantes la principalía le corresponde al Estado.
Pero es indudable que la ONU y los organismos de cooperación multilateral deben gestionar un fondo solidario para ir en auxilio de los Estados de los países de renta baja y también de los países de renta media, es decir, los fondos concesionales deben estar al alcance también de los países de renta media.
No es justo que la ONU y los organismos de cooperación multilateral permitan que estos países se desangren totalmente llevando el endeudamiento externo al cielo, asumiendo, además, niveles de endeudamiento realmente insostenibles.
El compromiso de la ONU, de acuerdo a sus principios fundacionales, es con la paz, con la seguridad mundial y con el desarrollo de los países pobres, y ese compromiso tiene que estar por encima siempre de los mezquinos intereses financieros y comerciales del FMI, del Banco Mundial y del Banco Interamericano de Desarrollo.
En medio de esta tragedia mundial del coronavirus se impone dar fiel cumplimiento al solemne compromiso de la ONU con la paz y con la seguridad en el mundo pero también con la solidaridad y con el desarrollo de los países menos favorecidos del universo.
Y ese fondo solidario de miles de millones de dólares a favor de los países pobres tiene que hacerse, y debe hacerse, en razón de que estos países tienen una muy endeble capacidad de resiliencia para reponerse de los trastornos ocasionados por las grandes tragedias de la naturaleza y de la civilización humana (huracanes, terremotos, cambio climático, etc.) y en este caso específico se trata de lacerantes y traumatizantes trastornos producidos por la pandemia del coronavirus, la que ha devenido en una verdadera tragedia para la humanidad.
Es natural que para terminar de superar totalmente los efectos de la pandemia del Coronavirus no será necesario llevar a cabo una cuarta guerra mundial.
Pero sí será necesaria la comprensión y la solidaridad internacional.