Luis Aníbal Medrano S.
Menos de seis meses tiene el gobierno del presidente Luis Abinader empeñado en buscar soluciones a los grandes problemas nacionales, actuando con responsabilidad social, transparencia y dedicación plena para cumplir con el compromiso asumido de establecer el cambio.
Estamos cambiando. Dentro de las limitaciones, y con un manejo austero de la economía, están colocando todo en el lugar que corresponde, enderezando entuertos de varias décadas y corrigiendo males generados por la corrupción que anteriormente imperaba. Añadir a eso que todos los sectores de la vida nacional están recibiendo, uno más que otro por asunto de prioridad, las debidas atenciones gubernamentales.
Las grandes economías del planeta están en aprieto como fruto de los efectos devastadores de la pandemia de Covid-19, República Dominicana no escapa a esa cruda realidad. No entender este panorama es hacerse el ciego con malas intenciones, con la maldad entre los huesos para tratar de torpedear una gestión que va por muy buen camino.
Podemos asegurar, y no tememos equivocarnos, que si el ciudadano presidente Luis Abinader fue capaz de lograr derrotar al peledismo arrogante enquistado en el poder considerándose insustituible, este podrá vencer los desafíos que las circunstancias le han colocado en la ruta de su gobierno.
Al presidente Abinader lo que se debe es dejarle gobernar. Es cierto que tiene un librito fuera de serie que algunos desesperados no entienden y que adversarios públicos y soterrados les aúpan a no entender, no menos cierto es que su librito le da resultados. Nosotros en particular creemos que ese librito por el cual se guía, acompañado de su herencia genética moral y un conjunto de buenos y bien intencionados funcionarios, lo catapultará como un excelente gobernante para que la historia lo registre como el presidente que inició el cambio en el país.
Para lograr objetivos particulares o colectivos ya el arma del chantaje y el mesianismo improvisado no tiene efecto. En un gobierno donde se rige por las reglas que imponen las leyes y la Constitución no puede tener espacio este tipo de acciones beligerantes e inapropiadas por la circunstancia en que vivimos. Por eso sugerimos deponer actitudes que no se corresponden con la realidad, actitudes que ciertamente entran en contradicción proveniente de personajes que no tienen la suficiente calidad para hacer reclamos por su cuestionable participación en la conquista del triunfo. No queremos con estas expresiones coartar sus derechos constitucionales, jamás…
Se han preguntado los autoproclamados defensores de las bases perremeistas el costo político, legal y económico que implica desvincular los miles y miles servidores públicos que ellos exigen, claro, eso no quiere decir que se dejen en sus lugares de trabajo a varios miles de colaboradores que no colaboran (botellas), ni mucho menos permanecer con el abultamiento de nóminas con puesto no requeridos que los genios peledeistas crearon con fines politiqueros.
Para concluir, es preciso señalar que el cambio implica sacrificio, que no es una varita mágica que tiene en sus manos el presidente Abinader, que él no es San Luis I que hará milagros. Lo que si es que debemos tener paciencia, porque cambiar de golpe y porrazo lo males heredados no es fácil, pero tenemos la firme creencia de que todos seremos tomados en cuenta y es por eso que acuño el siguiente pronunciamiento: yo no voy hacerle coro a los conspiradores peledeistas, yo espero mi turno defendiendo mi gobierno.
Aprobado…
El autor es periodista, municipalista y político, residente en Nueva York.