*Por Milton Olivo
La maldita vigencia de la cultura de los conquistadores en la República Dominicana, basada en el individualismo, la acumulación sin límite, ignorando los más necesitados, al margen de la debida justicia social, es el principal obstáculo a nuestro desarrollo económico y social.
En un país, situado en el corazón del Caribe, en el mismo trayecto del sol, un paraíso con veranos eternos y su horizonte decorado con palmeras y frondosa vegetación. La entraña de su territorio preñado de oro y otros minerales, y con una extraordinaria fertilidad de sus tierras, es increíble que una mentalidad no basada en el cristianismo, ni en el bien común, sino en el individualismo y acumulación de riqueza, sean el principal obstáculo para que no exista una redistribución equitativa de recursos y oportunidades.
En honor a la verdad, esa indiferencia diabólica o desprecio anticristiano hacia los más pobres, debemos decir, que es un mal, casi generalizado. Pues es la mecánica de conducta de los grupos privilegiados, pero también de los pobres que ascienden económicamente, pero también de los individuos de la clase política cuando llega al poder, al margen de su origen social.
La brecha entre ricos y pobres es un problema global, pero es más pronunciada en países donde las políticas públicas no están diseñadas para abordarla adecuadamente, como es nuestro caso.
En el caso de la República Dominicana, es necesario revisar las políticas fiscales y de redistribución de la riqueza para garantizar un desarrollo más inclusivo. Es tiempo de eliminar las exenciones fiscales a las grandes empresas y las mineras. Que los fondos de pensiones privaticen abusivamente los beneficios de los ahorros de los trabajadores, ante la indiferencia del Estado. Cuando estos fondos deberían ir a facilitar adquisición de viviendas y préstamos para impulsar emprendedores.
Un punto clave, es la falta de acceso equitativo a financiamiento a la población. Y un ejemplo son las instituciones públicas, que tienen establecidos tantos requisitos para los solicitantes humildes, que en la práctica se convierten en obstáculo  limitante, a que, los que menos tienen, tengan la oportunidad de acceder a crédito, para poder emprender y mejorar su situación económica.
Es importante, es vital, es necesario, que, con la mayor urgencia, el Estado promueva políticas que fomenten, faciliten y flexibilicen el acceso al crédito para los sectores vulnerables. Lo que se convertiría en el principal apoyo al emprendimiento y la innovación.
Y que se tomen en cuenta los periodos de gracias, en función de la naturaleza de la inversión. Que se tomen en cuenta las ideas y la creatividad para hacerla sujeto de crédito. Y que el sector privado, destine no menos del 10% de su capital para crédito, para ser prestado a las MiPymes.
La forma en que se diseñan los impuestos y se distribuyen las cargas fiscales tienen un impacto significativo en la redistribución de la riqueza. Es fundamental que las políticas fiscales sean progresivas y que se asegure que aquellos con mayores ingresos contribuyan de manera justa al financiamiento de los servicios públicos y programas sociales.
Se hace impostergable, promover la educación en valores como la solidaridad, la responsabilidad social y el respeto por los derechos de los demás, porque sin duda puede ayudar a cambiar la mentalidad individualista y fomentar una cultura de cooperación y apoyo mutuo.
En resumen, abordar la pobreza y la desigualdad en la República Dominicana requiere un enfoque integral que combine políticas económicas y sociales, así como un cambio en la mentalidad y los valores de la sociedad.
**El autor es escritor, novelista e historiador. Autor de 5 libros. Presidente del Movimiento Quisqueya Potencia –MQP-. Presidente de la Fundación para el Desarrollo Oceánico-Pesca y Acuicultura –FDOCEANO-. Director Ejecutivo de la Federación Nacional de Trabajadores de la Pesca –FENATRAPESMA-. Y ex precandidato a alcalde –PRM-SDE.