La violencia, la criminalidad y la delincuencia se han institucionalizado en el país de una manera peligrosa. Las secuelas de este estado de cosas son dramáticas.

El crimen organizado no teme a la autoridad y lo que es peor, los propios funcionarios irrespetan las instituciones y hasta usan la violencia para imponer sus criterios.a class=»text_exposed_show»>

Por ejemplo, El Ministro de Interior y Policía Carlos Amarante Baret reveló que en el gran Santo Domingo existe una banda de criminales que se dedican a asesinar policías y militares con la con la finalidad de despojarlos de sus armas de reglamento.

Solo en la semana pasada fueron asesinados seis policías.

El fiscal del Distrito Judicial Guayubín, Cristóbal Cruz, se encuentra en condiciones críticas de salud, luego de recibir un cartuchazo en el rostro presuntamente de manos de un profesor.

Los feminicidios, los asaltos, los atracos, y el uso de la justicia por parte de los ciudadanos ante la inoperancia de las autoridades policiales y judiciales son el pan de cada día en nuestro país.

Con carácter de urgencia hay que concebir un plan para enfrentar la delincuencia con mano dura antes que este flagelo sea irreversible.

No podemos mantener una actitud apática, debemos actuar antes de que sea tarde, hay que aplicar estrategias de prevención efectivas.

Sino no lo hacemos fallaremos como país pese a nuestro buen desempeño económico.

Sino no lo hacemos así, la violencia, la criminalidad y la delincuencia nos convertirán en un estado fallido.