Por Cándido Mercedes
¿Qué es un Indicador? Es un marco referencial, una fuente para contrastar, un elemento empírico, factual que nos sirve de estándar para comparar. Es por decirlo así, el marco de acción, de actuación que nos guía, nos pauta la evolución en cualquier dimensión del campo humano. Nos dan la voz de alerta de la marcha de algo que nos proponemos lograr. Los indicadores sociales son herramientas lógico-científicas cuya validez y utilidad es reconocida más allá de las divergentes valoraciones que de ellos se hagan. Por ello constituye un elemento vital, como espacio práctico, de la planificación y del control.
Los indicadores nos revelan el desenvolvimiento de algo que nos hemos propuesto. Son la expresión en la praxis, en el horizonte, de la existencia o no de una verdadera política pública con respecto a una oportunidad o a una debilidad que queremos corregir. Nos muestran los indicadores, las tramas y los aspectos nodales de una sociedad. Nos dan las características y la intensidad de un aspecto crucial de la vida económica, social, cultural y política de un país. Los indicadores son los ejes articuladores de una verdadera gobernanza y nos muestran el compromiso real de la voluntad política de los actores y hacedores de políticas públicas, desde una óptica proactiva. Los indicadores llaman a los presupuestos. Mas allá de la retórica, están: los indicadores.
El indicador es la puesta en escena de la medición, que como nos dijera ese gran gurú de la Gerencia Moderna, Peter Drucker “lo que no se mide no se puede controlar”. Si no tenemos indicadores estamos haciendo el desperdicio del esfuerzo. Es como quedarnos en el indicador del Producto Interno Bruto (PIB), que mide eficientemente el crecimiento de la economía, el alcance de la macroeconomía (Tasa de inflación, tasa de cambio, tasa de interés y crecimiento), empero, no nos sirve, vale decir, no es eficiente y eficaz, para medir el grado de desarrollo humano ni refleja el espejo verdadero de las realidades de una sociedad determinada. Más allá de lo cuantitativo se encuentra lo cualitativo. Más allá del promedio está la esencia de la naturaleza humana, con sus individualidades.
Los indicadores sociales y económicos nos dan el grito de alarma de por dónde anda realmente la calidad de vida, entendida ésta, más que el ingreso monetario, una visión y perspectiva más holística, más integral, que aborda: la longevidad (esperanza de vida al nacer), conocimiento (nivel educacional, la alfabetización de adultos y la tasa combinada de matriculación primaria, secundaria y terciaria) y el ingreso. Este último, por sí solo, no nos garantiza una loable calidad de vida. En la sociedad dominicana la renta nacional va por delante del desarrollo humano.
Somos una sociedad de Ingreso Medio con un PIB que desde el 1996 a esta fecha ha crecido 3.2 veces, esto es, de US$26,000 mil millones de dólares, situándose alrededor de US$82,000 mil millones de dólares. Sin embargo, sus indicadores sociales muestran signos de una sociedad muy pobre. Lo que expresa, de manera lapidaria, que el tamaño de los ingresos no constituye un reflejo fiel para el avance del desarrollo humano. La escasa movilidad económica que nos señala el Banco Mundial, en su Informe “Para construir un mejor futuro”, indica que en nuestra sociedad apenas un 7% de la población ascendió en las categorías de ingresos (por ejemplo, de clase vulnerable a media).
La movilidad intrageneracional e intergeneracional son indicadores sociales que nos permiten dimensionar el alcance de las políticas públicas en la sociedad. Ambas, hoy en día, en el cuerpo social dominicano están siendo más limitadas que en otros países de América Latina que han tenido un desempeño macroeconómico (PIB) menos alto. El 93% de las personas que salieron de la pobreza en nuestro país pasaron al sector más numeroso, que hoy llamamos: Vulnerable (42 a 45%).
Los vulnerables, los “vaivenes”: van y viene, pasan más fácilmente a pobre en nuestra nación que en otros países, frente a una catástrofe natural o una situación de enfermedad o pérdida de empleo en la familia o una problemática con la justicia. ¡Los pobres y vulnerables, en su etiqueta social, no guardan dimensiones de diferenciación en el entramado de su existencia, de su calidad de vida! Ambas, siguen teniendo más empleos en el sector informal y los niveles educativos cuasi son imperceptibles en la simbología social. Solo el grado de integración entre los sectores vulnerables y pobres los hacen más ostensible en la jerarquización social.
En el Estudio de Latinobarómetro de septiembre del 2017, nos señala que somos el país donde sus ciudadanos reciben más asistencia social de parte del Estado, de 18 países evaluados, donde un 29% reciben asistencia. Muy a menudo los apologistas de esta política pública se vanaglorian cada cierto tiempo del aumento de las mismas, cuando en realidad lo que nos están diciendo es que no estamos construyendo Capital Humano. Al mes de junio del presente año, tenemos 820,810 Tarjetas Solidaridad en su acápite Comer es Primero, que son RD$825.00 pesos mensuales en transferencia monetaria. Según Nazaret García 238,714 hogares con estudiantes entre 5 y 21 años reciben el incentivo a la asistencia escolar. Unos 946,304 reciben Bono gas; 446,018 reciben Bono Luz y 118,043 hogares con estudiantes cursando la educación media reciben un Bono escolar.
La Mortalidad Materna apenas baja, se encuentra en 88/100,000. En 6 años, según la periodista especializada en salud, Altagracia Ortiz, “1,575 mujeres han perdido la vida durante el embarazo o en el proceso de parto”. La Mortalidad Infantil en el 2017, murieron 2,845 niños y niñas y en lo que va de año, ha crecido en 29.4%. En el primer semestre expiraron 1,659, un aumento absoluto de 377 con respecto a igual periodo. El 80% de esa mortalidad infantil es Neonatal. Desde el 2005 han muerto 2,450 mujeres por VIOLENCIA DE GENERO, de los cuales 1,273 han sido feminicidios. De las que han recibido violencia, 38% obtienen ingresos menores de RD$6,000.00 y tienen menos de 3 años de estudio. El embarazo en niñas y adolescentes se encuentra en 23 de cada 100 mujeres embarazadas; encontrándonos entre los países (tercero) con este indicador negativo más alto.
Somos de los países de la Región que menos invierte en Salud con respecto al PIB, 2%. Mientras el promedio se ubica en 4.5%. En Seguridad Ciudadana, para el 2018, los gastos oscilan en los RD$13,097 millones de pesos. Una cifra que significa menos de un 1%. Exactamente, 0.38% de un uno por ciento del PIB y con respecto al presupuesto: 0.2%. Latinobarómetro nos dijo en el 2017 que solo el 38% de la población le alcanzan los ingresos para satisfacer sus necesidades y que el 42% no tiene suficiente comida para alimentarse. Esto guarda relación con la tasa de desempleo ampliado (14%) y que somos de los 34 países del Subcontinente, de los 3 que reciben menos dinero en su salario mínimo (Cuba, México). No obstante, los dos países referidos satisfacen más sus necesidades que nosotros.
Todo esto nos resalta la ausencia de una eficiente, efectiva, pertinente y adecuada calidad de políticas públicas y de que no somos una sociedad de clase media. Esta está determinada por los ingresos, ocupación, educación, lugar de residencia y contexto familiar, esperanza de vida, la salud mental, y en gran medida, también, la estabilidad conyugal y el sostenimiento de la familia nuclear. ¡La Mortalidad materna e infantil son signos ominosos de las faltas de oportunidades y de la inercia social. Ya decía Virgilio “Pueden los que creen que pueden”. Hagamos posible esa frase haciendo a este país más viable, más decente!