La pedofilia es uno de los extravíos humanos más aberrantes que puede manifestarse en una persona por el daño físico y metal que provoca al afectado.

Es un trastorno psiquiátrico que consiste en la excitación o el placer sexual de una persona mayor hacia un  niño o niña generalmente, entre 8 y 12 años.1

Los traumas de los niños víctimas de este tipo de abuso sexual van desde  pesadillas y problemas de sueño, cambios de hábitos de comida, pérdida de control de sus esfínteres. 

También consumo de drogas y alcohol, fugas, conductas auto lesivas o suicidas, hiperactividad, bajada del rendimiento académico. 

Emocionales quedan muy afectados pues muchos sienten miedo generalizado, se tornan agresivos, sienten culpa y vergüenza, ansiedad, depresión, baja estima, rechazo al propio cuerpo, entre otras secuelas sicosomáticas no deseadas. 

Todo acto de pedofilia el doloroso y traumático no solo no solo para el infante abusado sino también para la familia y la sociedad.  

Pero se torna mucho más bochornoso cuando es realizado por un cercano a la familia, ya sea un amigo, un familiar, un maestro, un dirigente deportivo o un representante de la iglesia.

El acto adquiere la condición de  inadmisible cuando la comunidad a la que pertenece el pedófilo lo protege ya sea negando los hechos o haciendo mutis.

Apena tener que reconocer que a nivel mundial la iglesia ha protegido a sacerdotes pedófilos,  en ocasiones con un silencio cómplice, en ocasiones emitiendo vergonzosas declaraciones de defensa que han mancillado la imagen y la credibilidad de la iglesia.

La iglesia es una institución social que promueve la buena convivencia, que  regula la vida diaria y establece patrones de conducta que los miembros de una sociedad deben seguir e incluso en muchas ocasiones han representado el punto de partida del marco legal que rige en los países.  

Las iglesias son paradigmas de la moral social.  Una mala conducta de la iglesia crea patrones de conducta dañinos.  Deploramos en consecuencia, que  representantes de la iglesia elijan defender abusadores sexuales de niños!

Sin embargo,  reconforta que El pastor Ezequiel Molina haya reconocido que en las religiones, y principalmente en las iglesias,  personas camufladas de religiosas hayan abusado sexualmente de menores de edad, quienes según afirmó  no tendrán perdón de Dios.

Aunque es pecado juzgar al prójimo  y no tenemos autoridad para abrogarnos las decisiones de la divinidad, no arriesgamos a aseverar que ciertamente no tendrán el perdón de Dios, pero tampoco deben obtener el perdón terrenal.

La iglesia como represéntate moral. Como líder social, como vocero de nuestro señor que es amor, paz y justicia, no solo debe denunciar a cualquier sacerdote o pastor pedófilo  sino que debe acompañar a la víctima, en este caso un niño, a su familia y a la sociedad a hacer que se haga justicia.

Si protege al pedófilo niega su deber divino de proteger las ovejas del señor.