La decisión del juez Francisco Ortega Polanco de dictar prisión preventiva, arresto domiciliario en contra de diez de los implicados en los sobornos de Odeberecht, imponer garantía económica e impedimento de salida a tres legisladores vinculados al escándalo, constituye un hecho sin precedentes en la historia jurídica y política de la República Dominicana que podría implicara class=»text_exposed_show»> un avance trascendental en términos institucionales.

Sobre todo porque salva los errores y las imprecisiones cometidos por el Ministerio Publico durante su exposición en la audiencia para conocer la solicitud de medidas de coerción que había hecho la Procuraduría General de la República contra 14 imputados, lo cual nos llevo a pensar que los encartados recibirían las medidas de coerción más benignas.

Este dictamen podría marcar un punto de inflexión en el manejo del los recursos del Estado, pues de ahora en adelante los políticos deberán tener mucho cuidado con el uso de los recursos que ponen en sus manos, ya sea a través de los ingresos ordinarios o vía empréstitos internacionales, puesto que estarán advertidos de que hay un movimiento social verde que los está fiscalizando y una sistema de consecuencias que los hará pagar por su error.

La ordenanza emitida por el Juez Francisco Ortega Polanco constituye un avance para la justicia dominicana, pues con esta orden damos un paso gigante en la lucha contra la corrupción y la impunidad.

Esperamos que ahora el Ministerio Publico cumpla con su deber. Esto implica no cometer los mismos errores infantiles que cometió en el conocimiento de las medidas de coerción a los imputados en este bochornoso escándalo de soborno. Presentar un expediente solido con pruebas contundentes para castigar los que cometieron dolo, si los hay, y descargar a los inocentes, si los hay.

Si lo hace bien en el futuro cercano arribaremos a una nueva era del ejercicio político donde los partidos políticos abrirán las puestas a dirigentes con vocación de servicios, preparación, formación y se cerraran las oportunidades a los que conciben la política como un negocio para lucrarse con transacciones que rayan en la inmoralidad.

Pero si lo hace mal, el caso Odeberecht será un acicate para que todo continúe como esta, para que las cosas continúen haciéndose mal.