Dice un refrán que el que calla otorga, entendiéndose que para esto hay un antecedente de un hecho, positivo o negativo, un rumor desatado, que se confirma o se desmiente, si se habla, por lo tanto, da a entender la veracidad del mismo cuando se calla.

Y hemos callado por respeto a la figura, una persona que en sus momentos de mayor elevación se mantuvo con los pies en la tierra, siempre cerca de sus mismos compueblanos que desde chiquitos monteaban con él.

Fue, en muchas ocasiones, criticado por los demás, que desconocían que para él, su gente con la que compartía un pollo frito, de cualquier fritura o un par de tragos de ron corriente, era su gloria y se regocijaba con ellos.
Su trabajo lo inmortalizó, el mundo conoció y aprendió a decir La Tormenta de Don Gregorio y con él a un poblado ubicado al sureste de la provincia Peravia.

Para el mundo, ha sido suficiente la bulla generada por la estrella que hoy vive en el Cooperstown, para los del patio, hemos tenido que callar, porque Vladimir Guerrero es nuestro lucero.

Callar, ante la indiferencia de su publicista, que entiende que los importantes son los de afuera y que los de dentro ya están y no necesitan ser mencionados o tomados en cuenta.

El vigilante Virgilio, que todo vigila, se olvidó que, cuando nadie miraba la figura nacional, los del patio lo hacían sentir y verse universal. El Rojo enrojeció los corazones de muchos que enfurecieron por el trato mancillador de la ignorancia.

A pesar de esto, seguimos callando, por el que de la nada salió, se hizo grande entre los inmortales y sigue con los pies en su terruño, Don Gregorio, Nizao, provincia Peravia, Republica Dominicana.

Linette Del Rosario Salvador
Periodista