¡Uuuaaahhh…uuuaaahhh! cuchucú…cuchucúuu…cuchucú…El ulular de la locomotora a marcha lenta se escuchó a lontananza con un quejido lastimoso. Cual raro espectro esta máquina se desplazaba sobre sus rieles en la espesura de la noche con solo un foco frontal, mientras arrastraba pesados vagones de hierro cargados de caña que serían molidas y convertida en azúcar en el ingenio Barahona.
Al llegar al Cruce de El Jobo el tren baja la marcha y el maquinista vocifera algunas palabras que apenas se entendían. Los integrantes de una extensa caravana de vehículos que había llegado hasta esta intersección no escuchaban bien lo que éste decía. La algarabía, los bocinazos y las expresiones de libertad, libertad, evitaba que se entendiera lo que decía el conductor. La voz de éste a su vez era ahogada por tristes gemidos emitidos por la bocina del tren.
-La guardia mató al fiscal, la guardia mató al fiscal-, vociferaba insistentemente el maquinista.
El tropel se había iniciado en Tamayo y recorrió a Monserrate, Uvilla y El Jobo. Al llegar al solitario Cruce de El Jobo se detuvo a la espera de que cruzara el tren. La gente celebraba el Golpe de Estado contra el efímero gobierno militar del coronel Pedro Rafael Rodríguez Echavarría. La población recibió con júbilo este acontecimiento político y se volcó a las calles, a pies y en vehículos, cantando y vociferando: ¡libertad; libertad, libertad!
Era el presagio del fin de la dictadura trujillista. El doctor Joaquín Balaguer era forzado a abandonar el poder y los remanentes de la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo habían sido compelidos a abandonar el país. Rodríguez Echavarría había encabezado una rebelión militar para respaldar al doctor Balaguer e impedir un golpe de Estado que impulsaba en los días finales de noviembre de 1961 una claque post Trujillo encabezada por los hermanos Negro y Petán Trujillo.
Eran días convulsos. La población protestaba insistentemente contra Balaguer -¡Balaguer, muñequito de papel!- . Los manifestantes repudiaban igualmente a los remanentes de la familia de Trujillo, que había sido ultimado apenas el 30 de mayo de ese año.
La población había agotado una huelga general que duró 11 días, protesta que dio lugar a la formación de un primer Consejo de Estado que encabezó Joaquín Balaguer y que fue destronado luego por el propio Rodríguez Echavarría el 16 de enero de 1962.
La noticia de este segundo Golpe de Estado y la salida de los trujillistas del país había llevado la alegría a los dominicanos. No eran ajenos a estas expresiones de júbilos las comunidades de Tamayo, Neyba y Barahona. Grupos de ciudadanos de variadas corrientes políticas, pero mayormente de la Unión Cívica Nacional (UCN) y del Movimiento 14 de Junio que apenas emergían en el plano político nacional, recorrieron toda la zona y se movilizaron por distintos poblados para celebrar la caída del Consejo de Estado.
Entrada la noche los protestantes comenzaron a vocear: –Pa´Barahona… pa´Barahona, vamos todos pa´Barahona…En medio de la euforia éstos entendieron que no era suficiente celebrar solo en sus comunidades, sino que había que desplazarse a festejar con los barahoneros. Dicho esto los vehículos enfilaron hacia esta ciudad, pasando primero por Uvilla y El Jobo donde se sumaron más gentes y vehículos.
Ya en El Cruce de El Jobo alguien pidió detener la caravana hasta que pasara el tren que ululaba sin cesar, emitiendo un extraño y prolongado sonido que semejaba expresiones de llantos.
-“Cuando el tren suena así es porque ha matado a alguien, a una persona o a un animal que se haya atravesado en los rieles”- dijo el Profesor Fellito, un conocedor de estos asuntos.
Desde el tren, que se desplazaba lentamente, el maquinista seguía voceando:
-La guardia mató al fiscal de Barahona. Devuélvanse, hay muchos heridos…
El tropel que iba raudo al grito unísono de ¡Libertad! ¡Libertad! de repente se sumió en un sórdido silencio que estremeció la espesa noche.
-“¿Cómo?”,-preguntaron. “¿Qué fue lo que pasó?”- le gritó alguien del grupo. –“Hagan silencio por favor, vamos a escuchar lo que dice el maquinista”.
-“La guardia disparó contra el jeep Willis del fiscal y lo mató”-voceó. -Hay varias personas heridas”-, dijo mientras el tren continuó su marcha hacia el Batey 6, emitiendo el extraño sonido que emulaba una triste sinfonía de muerte.
Un raro y extenso silencio copó la mansedumbre de los protestantes. Nadie más quiso volver a usar la palabra. Los vehículos giraron en “U” para retornar a Tamayo. El problema ahora era informar a doña Carmen Méndez, reputada dama de la sociedad y propietaria de la única farmacia del pueblo, sobre la muerte de su hijo Rafael –Fello- Méndez. En el retorno, el silencio apenas permitía que se escuchara el ruido que producían los motores de los vehículos. Al llegar al pueblo comenzaron las interrogantes.
– “¿Y esta calma…?” “¿Y esta mudez?”
La gente se extrañaba de aquel inexplicable y vago mutismo.
-“¿Qué fue que pasó…por qué nadie dice nada?” –“Vamos a celebrar, estamos en libertad, logramos la libertad”,-decían algunos a todo pulmón. Pero seguía el silencio.
-“En Barahona hay problemas, la guardia está disparando a diestra y siniestra, y mató al fiscal Fello Méndez”. En el hecho resultaron heridos el abogado Pablo Féliz, hijo de Capitán Pin (también de Tamayo) a quien una bala le penetró el cuello; Gonzalo Castillo, padre del actual Ministro de Obras Públicas y Julio, un miembro del Cuerpo de los bomberos, entre otros lesionados.
Cuentan que la patrulla emboscó a los manifestantes en una esquina donde abatió al fiscal. Los militares gritaron un alto y dispararon sin miramientos. El cuerpo del fiscal quedó inerte dentro del vehículo que estaba en marcha. Fue una ráfaga mortal. No dio tiempo a nada, la guardia disparó sin atender a la identificación que hizo Fello, fue una muerte a quemarropa. –“Soy el fiscal de Barahona”,-fueron talvez sus últimas palabras al ser alcanzado por las balas cobardes.
Los hechos
En sendas historias publicadas en la prensa nacional, los munícipes barahoneros Virgilio Gautreaux y el periodista Miguel Pineda López hicieron descripciones sobre cómo ocurrió el trágico acontecimiento. El fiscal Fello Méndez “fue cobarde y vilmente asesinado la noche del 18 de enero 1962, a raíz del llamado golpe de Estado de Echavarría, que originó casi inmediatamente un contragolpe que decretó la salida definitiva de los Trujillo y sus testaferros”, relataron.
“En la noche del 18 de enero de 1962 por “órdenes superiores”, soldados de la Base Aérea de Barahona ametrallaron la “Caravana de la Libertad” que recorría las calles barahoneras, luego del derrocamiento del gobierno neotrujillista criminal”, apuntó Gautreaux en su reseña recreada en el periódico Hoy.
“Méndez era un joven brillante, de recia personalidad, con gran carisma y cuya elegancia cautivó a las mujeres de la época”, señaló, y agregó: “Sus funerales se efectuaron en medio del dolor, el llanto y la indignación de toda la sociedad barahonera”.
Gautreaux relata que en el desenlace, “todos lanzaban consignas por el retorno a la democracia y de repente en la calle Arzobispo Noel, frente a la Iglesia Católica (Iglesia Vieja), una patrulla militar los detiene e inmediatamente Fello se Identifica: “qué es lo que sucede, porque nos detienen, soy yo el fiscal de Barahona y estamos celebrando la caída del General Rodríguez”. Sin mediar palabras, un oficial apodado TOMBO “abrió fuego con su fusil y los demás también comenzaron disparar”.
La multitud se dispersó corriendo en todas las direcciones. Los militares seguían disparando y hubo uno que vociferaba: “maten a todos esos comunistas”. De repente cesan los disparos. Hay silencio. Nadie habla. Se oyen ruido de motores. Los minutos parecen horas y alguien grita: “ya se fueron”. Todos corren al Jeep de Fello. Al llegar encuentran agonizando al joven fiscal barahonero.
Después de este hecho nada fue igual. El dolor asomó a una población que no ha entendido aún por qué de un solo zarpazo se mata la alegría y el fervor de la gente. El abogado Pablo Feliz llevó hasta sus últimos días este infausto momento, la bala que laceró su cuello y que le puso al borde de la muerte, nunca se pudo extirpar.
Lo viví siendo apenas un niño y recuerdo aún todas estas incidencias dolorosas, pero gallardas de la historia de mi región.
Por: Emiliano Reyes Espejo
El autor es periodista.