Por: Juan Mota

Con la asignación del 4% del PIB a la educación, se ha iniciado, ipso facto, una revolución que ha incluido la contratación  de nuevos maestros, la construcción de miles de centros educativos y la implementación de planes y estrategias novedosas para sacar el mayor provecho al proceso de enseñanza-aprendizaje. Ahora nos estamos preparando para asistir la revolución tecnológica en las escuelas y eso es bueno. Que cada estudiante de la República Dominicana pueda tener, no importando si es de un campo o de una ciudad, una computadora y acceso a internet es un acto de crecimiento, desarrollo y justicia.

No obstante todo esto entiendo que, entre otras cosas, la escuela (El centro educativo) debe convertirse en un escenario de promoción de la lectura. El maestro (facilitador, profesor, etc.) debe ser el arquetipo, el paradigma, el ejemplo. Me explico, no puede darse a lo interno de la escuela un impulso vital a la lectura si quien debe ser el acicate material (el maestro) no tiene el hábito de la lectura, no lee, no le interesa leer, no conoce los antiguos y nuevos escritores, las antiguas y nuevas obras literarios o de cualquier otro género. Lamento tener que decir esto, pero un alto porcentaje de maestros en nuestro país no lee, no le interesa leer y por ende no promueve la lectura como acto formativo.

Si ese profesor cuando se habla de escritores como: Pedro H. Ureña (La Utopía de América), Pedro Mir (Hay un País en el Mundo), Juan Bosh (La Mañosa), Manuel Rueda (La Metamorfosis de Makandal), Julia Álvarez (En el Tiempo de las Mariposas) y otros, se queda en el aire y no puede externar ninguna consideración pues no tiene ninguna información, eso significa que andamos muy mal. Es necesario rescatar la lectura en nuestras escuelas, permitir que convivan los libros impresos y los digitales.

Estoy convencido de que lo que hace falta es empoderamiento y tomar decisiones serias. Cuando cursaba el bachillerato en el Colegio Nuestra Señora delas Mercedes en el Santo Cerro recuerdo a dos maestras fuera de lo común Reyna Leonardo y Milagros Franco. Eran buenas, inteligentes, bien preparadas, pero tenían una convicción  enorme de que la lectura era la única manera de cultivar el alma y el intelecto de la persona, por tal motivo eran drásticas, teníamos que leer por obligación y no había piedad. Y sin pensarlo dos veces, sin contemplaciones nos ponían de tarea la lectura semanal de una obra literaria y la lectura mensual de otro tipo de libros. Debíamos leerlo, sacar el argumento central, un glosario de términos desconocidos, ideas importantes y en ocasiones exponer todo lo sacado como resultado de esa lectura ante los demás compañeros o entregarlo al maestro para ser calificado, pero en manuscrito.

Eso tenía muchas ventajas. Nos hacía leer de forma ‘’obligatoria’’ aunque suene feo, nos hacía investigar en el texto, nos hacía trabajar en la forma de escribir, de expresarnos verbalmente, a superar el miedo escénico y a hacernos cada día estudiantes más cultos. Nos proporcionaba una gran cultura general.

Las cosas han cambiado mucho. Los estudiantes no solo  no leen, sino que los maestros no son sus paradigmas, por lo tanto, qué  sentido tiene la lectura cuando no hay motivación de ningún tipo. El MINERD debería tomar la promoción de la lectura con más seriedad y crear concursos, estrategias pedagógicas centradas en la lectura. El plan sería que en cada escuela dominicana los estudiantes deban leer un libro cada mes y dar un informe de él a mano.