Por: Juan Mota

Impulsar la lectura es un compromiso del Estado (MINERD), pero también de las familias y la sociedad.

La madre Teresa de Calcuta dijo ‘’Lee y conducirás, no leas y serás conducido’’. Sin lugar a dudas que esta frase encierra un metamensaje de valor incalculable.

Es que la lectura enriquece a la persona, le transfiere una serie de herramientas que lo hacen fuerte, audaz, libre. La lectura hace que la persona se empodere y salga a conquistar el mundo. Quien no lee ya esta condenado a vivir bajo las sombras del ostracismo, a pasar por la vida sin saber que pasó  (recordando al gigante José A. Buesa).

Entonces que quede claro, amar la lectura, asumirla es un acto, primero personal y luego colectivo. Digo personal porque soy yo quien tiene que buscarla, propiciarla, desearla. Soy yo quien debe dedicarle tiempo.  A mí me llama  la atención el ver jóvenes de este tiempo embebidos, transformados frente a un celular por horas únicamente observando las informaciones de Instagram y no hablan con nadie, no hacen mas nada. Son como zombis, autómatas,  como si estuvieran en otro mundo. Se les llama en la casa y no escuchan, no responden. No dan importancia a la interacción familiar, al diálogo intrafamiliar.

No me opongo al uso adecuado de los medios de comunicación modernos, pero dejarse dominar por ellos creo que es nefasto. Convertirlos en su leitmotiv es desastroso.

Entrar en el fascinante mundo de la lectura siempre deberá ser el resultado de un personal acto de amor y valentía, y más cuando hay tantas opciones y tentaciones para no hacerlo o hacer otras cosas.

Entiendo que la tanda extendida en el proceso educativo dominicano ofrece una gran oportunidad para incentivar la lectura. Creo que sí, pues hay un tiempo disponible para realizar algunas tareas  extracurriculares y ahí cabe perfectamente el ejecutar un proceso de lectura continuo en todo el país y por qué  no, hasta hacerlo de forma transversal.

Que cada estudiante lea un libro mensualmente y presente un informe del mismo con el esquema tradicional. Eso sería  factible y conveniente. Sólo hace falta que las autoridades competentes lo asuman y lo ejecuten. Si esto se hace habría que comprar libros en todo el mundo. Pero también el motivar a la lectura es una responsabilidad social (colectiva). El gobierno, el empresariado, las instituciones sin fines de lucro han de convertirse en entes que impulsen a los estudiantes a incursionar en el mundo liberador y transformador de los libros. La lectura nos hace superar la mediocridad, nos hace grandes.

En esta dinámica, el Minerd, el Banco Popular, la Editorial Santuario y otras, están asumiendo su cuota de responsabilidad y han  decidido invertir tiempo y recursos económicos con el único fin de motivar a los estudiantes y maestros a la lectura como posibilidad indispensable para ayudar a levantar esta sociedad que organiza ante la mirada indiferente de las autoridades.