SANTO DOMINGO -Claro que te quiero muchísimo y por ti estoy dispuesto a hacer lo que sea. Cualquier sacrificio se quedaría corto para demostrarte mi amor. ¿A quién no le gusta que le digan: te quiero? ¿Pero será verdad que me quieres?
Había una vez un muchacho enamorado hasta los tuétanos de una joven. Le había robado el corazón y deseaba unirse a ella en matrimonio para formar una familia. Estaba chiflado de amor por ella y deseaba demostrárselo.
Este muchacho estudió y se hizo profesional, pero no conseguía un trabajo que le permitiera poner la base económica para alcanzar la meta del matrimonio que se había trazado. Finalmente el trabajo se presentó con un sueldo estupendo. Al recibir el primer sueldo se decidió a utilizarlo para sorprender con un hermoso regalo a su novia y así demostrarle que la quería. Grande fue la alegría de llevarle el regalo a quien compartía con él un proyecto matrimonial para siempre. El sacrificio valía la pena porque lo hacía por amor: El primer sueldo lo gastó en ella.
A pesar del mundo materialista en que vivimos, esta historia es real. Cuando amamos de verdad somos capaces de dar lo mejor a las personas que queremos, aunque nos cueste un tremendo sacrificio. No hay que creer de inmediato cuando alguien afirma que nos quiere. Sólo hay amor verdadero cuando se demuestra con el sacrificio.
La verdadera madre se sacrifica por su criatura con el amor que le hace llevaderos los momentos difíciles. Lo mismo hacen los padres de verdad. Y no digamos nada de los novios y las personas unidas en amistad sincera, que son capaces hasta de dar la vida por quienes llevan en su corazón.
Es Jesús mismo quien ha dicho que no hay amor más grande que el de aquella persona que da la vida por alguien que ama. Él no sólo lo dijo, sino que lo testimonió con su muerte en la cruz.