Por Cándido Mercedes
“Al tratar del Estado debemos recordar que sus instituciones no son aborígenes, aunque antes de que nosotros naciéramos, que no son superiores al ciudadano; que cada una de ellas ha sido el acto de un solo hombre, pues cada ley y cada costumbre ha sido particular; que todas ellas son imitables y alterables, y que nosotros las podemos hacer igualmente buenas o mejores”. (Ralph Waldo Emerson).
El Estado dominicano conforma una macrocefalia institucional, una macroestructura, que no se compagina con el tamaño del territorio, con la población ni mucho menos con el tamaño de la economía. Es una superestructura que lejos de coadyuvar con el desarrollo de la infraestructura, anquilosa y fosiliza las decisiones. A más estructuras, más densa es la burocracia y, en consecuencia, más lentas son las decisiones.
Las estructuras del Estado dominicano se amplificaron en los últimos 58 años, más que en los primeros 86 años, desde su fundación. Esto es, desde el 1844 hasta el 1930, interregno donde pasaríamos de un modo de producción mercantil simple al modo de producción capitalista. Es, sobre todo, en el periodo de la dictadura donde se diseñó y crearían las instituciones (superestructura), que bosquejarían el soporte de una economía de mercado. Aun en medio de la más férrea tiranía conocida en ese tiempo. Trujillo constituyó, en el plano económico, la encarnación del capitalismo y al mismo tiempo su rezago, su freno, su cuello de botella.
¡La navidad con libertad! Esto es, la génesis de la democracia con elecciones libres y partidos que competían trajo consigo, lo que los sociólogos y politólogos hemos denominado la más larga transición democrática. El ciclo se abrió con la llegada al poder de Juan Bosch; interrumpido con el golpe de Estado del 1963. El eclipse se mantuvo hasta el 1978. Se abre en el 1978 -1986, empero sin reformas, lo que hizo posible el retorno de la recesión democrática, política, sin las coerciones del 66 al 78.
Desde el 1996 hasta el 2020 podemos decir que se realizaron grandes plataformas jurídicas, grandes normativas, leyes y en la Constitución. La economía dominicana vio crecer su Producto Bruto Interno en una proporción gigantesca: de 18,000 mil millones de dólares en el 1996 a 80,000 mil millones en el 2020. 440%. Más leyes, más instituciones, cuasi infinitas estructuras, sin embargo, no reformas nodales que nos condujeran a un Estado más moderno. Muchas de las reformas no fueron producto de la consciencia de los actores políticos sino de organismos multilaterales y de varias embajadas.
A partir del 27 de febrero de 1963 los que dirigieron el Estado crearon más estructuras, más instituciones, sin eliminar ni fusionar las ya existentes. Una parte significativa de ellas no obedecen a estudios a la luz del Desarrollo Organizacional y la Sociología Organizacional, sino a los caprichos del incumbente de turno, a su agenda personal y al tamaño de su ego. Aquí los presidentes tienen el síndrome de “sábelo todo” y, en gran medida, han sobredimensionado sus “concepciones” por encima de las competencias técnicas y de los
estudios bien ponderados en cada época. ¡Somos uno de los países más estudiados, diagnosticados y evaluados!
La arquitectura organizacional del Estado dominicano es elefántica, con elefantitis aguda. Se encuentra más allá de lo que debería ser la estrategia y el contexto de la sociedad y los desafíos. Las estructuras no se soliviantan sobre las estrategias. Ellas han de ser flexibles, alterables y hasta recuperables, en función de la equifinalidad. El Desarrollo Organizacional implica cambio. Cambio es transformación, modificación, variación, mutación, metamorfosis, transmutación, mejoras… corrección. De eso se trata, estamos como sociedad viviendo un periodo de transición donde una parte de los ciudadanos más educados se han incorporado hacia el compromiso de una sociedad más transparente, más institucional, donde no sigamos siendo el país con mayor índice de coeficiente de impunidad, después de Venezuela.
A partir del 2005 la mayoría de las estructuras que ampliaron la macrocefalia institucional obedecieron a la “especificidad, singularidad” de cada actor político protagónico. Es como si la creación de nuevas arquitecturas diera el sentido de la historia. Es como si confundieran función con órgano. Es personalizar su ejercicio presidencial a través de nuevas sangrías económicas al Estado. Una verdadera insensibilidad frente a un país pobre. ¿Cómo explicar que este país de 10,8 millones de habitantes y de 48,442 km2 tenga una Suprema Corte de Justicia con 17 Miembros y un Tribunal Constitucional con 13 Jueces? Eso, sencillamente, es irresponsabilidad de los actores políticos con respecto a la realidad social e institucional de nuestra nación
De igual manera, como entender: una Comisión del Desarrollo Provincial, una Comisión del Desarrollo Barrial, una Dominicana Limpia, una Quisquella aprende contigo, una Procomunidad, Comunidad Digna, Despacho de la Primera Dama, OISOE, los 56 Consejos, CEA, Inazucar, Instituto Agrario, los Directorios de las EDES, INESPRE, FONPER, Instituto de la Uva. Como es posible, igualmente, que la OMSA, OPRET, que, mediante la Ley 63 – 17 de Movilidad y transporte en su artículo 356, debieron ser eliminadas. Más asombroso todavía es que la Ley 247 – 12, Orgánica de Administración Pública, establece en su Artículo 30 que no deben de haber más de 3 Ministros sin Cartera. Tenemos 25 con un sueldo de RD$250,000. ¡Todavía, tenemos la Caja de Ahorros para Obreros y Monte de Piedad!
Del mismo modo, nos encontramos con la hegemonía y dominación de la CDEEE cuando debió ser absorbida por el Ministerio de Energía y Minas, creado mediante la Ley 100 -13. Lo que hemos visto después de la ley fue un crecimiento inaudito de la CDEEE y de lo que debió ser un Departamento de Electrificación Rural, convertida en una Dirección tan grande como la misma CDEEE..
Desde la perspectiva del Desarrollo Organizacional el objetivo no puede ser solo el ahorro de dinero per se. Lo fundamental es rupturar lo más que se pueda el clientelismo. La ola de reforma ha de cristalizarse en función de hacer un Estado más ágil, más transparente, con
rendición de cuentas, más eficiente, más eficaz y con mayor grado de calidad en los servicios. El conjunto de duplicidades de funciones, ineficiencias y opacidades conlleva una disrupción radical.
Sin embargo, tenemos que tomar en cuenta aquellas instituciones amparadas por leyes y las que están bajo la sombrilla de decretos. Es un proceso que significa no la eliminación en sí misma sino los servicios. La Liga Municipal ha de desaparecer, Consejo Estatal del Azúcar, CORDE. ¿Cuántas bajo el sombrero de las leyes y cuantas no, para accionar rápidamente en la ola de reforma? Ya expresaría Konrad Adenauer “En política lo importante no es tener la razón, sino que se la den a uno”. O como nos decía el viejo Mao Ze Don “Actuar con razón, con ventajas y sin sobrepasarnos”. Amparado en que la Constitución es el alma de un Estado, trabajar a la luz del Desarrollo Organizacional.
Para Wendell, French, Cecil Bell y Robert Zawack, Desarrollo Organizacional “Es un esfuerzo de cambio planeado. Un programa de DO incluye un diagnóstico sistemático de la organización, el desarrollo de un plan estratégico para mejorar y la movilización de recursos para realizar el esfuerzo”. Para Cummings y Wortey, en su libro Desarrollo Organizacional y Cambio, este es “una aplicación y una transferencia global del conocimiento de las ciencias de la conducta al desarrollo planificado, al mejoramiento y reforzamiento de las estrategias, de las estructuras y de los procesos que favorecen la eficiencia…”.
Es la necesidad de la ola de reforma. Estamos en una transición tan interesante que las expectativas nos remontan al 1962, al 1978, al 1996. Para el 1996 los dos candidatos punteros (Peña y Leonel) auguraban asumir la antorcha del desarrollo institucional, de un Estado de Derecho, de la mínima corrupción y de cero impunidad. Nos quedaríamos perplejos con el entonces joven de la Generación Baby Boomer que decidió tomar el rezago de la historia y convertirse en el icono de la ideología y pensamiento conservador y su representante.
Hoy el ritmo y reloj de la historia es diferente. Los actores sociales y políticos involucrados comprenden que es la oportunidad reflejada en todas las estrellas sumergidas en las constelaciones. Por lo tanto, las decisiones han de verificarse sin los sesgos y debilidades. Phil Rosenzweig en su libro Cerebro Izquierdo: Como tomar decisiones acertadas, nos señala algunos errores: 1) las personas pecan de exceso de confianza, se sienten demasiado seguras de sí mismas y son exageradamente optimistas sobre el futuro; 2) La gente busca la información que les confirme lo que desean creer, en lugar de buscar aquella que pueda cuestionar sus esperanzas; 3) Las personas se dejan engañar por los acontecimientos aleatorios y ven patrones donde no los hay; 4) Las personas trabajan con la ilusoria creencia de que controlan, e imagina que tienen más influencia sobre los acontecimientos de la que realmente tienen; 5) Las personas están aquejadas del prejuicio de retrospectiva y creen que tenían razón desde el principio..
Asumamos en este tránsito la Estrategia Nacional de Desarrollo: 1 – 12, que en su Primer Eje Estratégico, nos dice “La conformación de “Un Estado social y democrático de derecho, con instituciones que actúan con ética, transparencia y eficacia al servicio de una sociedad responsable y participativa, que garantiza la seguridad y promueve la equidad, la gobernabilidad, la convivencia pacífica y el desarrollo nacional y local. Ese Eje tiene cuatro objetivos generales: 1) Administración pública eficiente, transparente y orientada a resultados; 2) Imperio de la ley y seguridad ciudadana; 3) Democracia participativa y ciudadanía responsable; 4) Seguridad y convivencia pacífica”.
El Articulo 21, en el 1.1.1, se plantea “Racionalizar y normalizar la estructura del Estado, incluyendo tanto las funciones institucionales como la dotación de personal para eliminar la duplicidad y dispersión de funciones y organismos y propiciar el acercamiento de los servicios públicos a la población en el territorio, mediante la adecuada descentralización y desconcentración de la provisión de los mismos cuando corresponda”. No es tiempo para los apocados, cínicos y simuladores. Como nos dice Tom Peters, creador del libro en Busca de la Excelencia y ahora en Busca Del Boom “Ser mediocre nunca ha tenido gran atractivo. Es preferible fracasar con estilo por buscar algo grande. Aunque creo que esta es una idea para todas las épocas, en estos momento es de la mayor importancia”.