BOGOTÁ — El ansioso mensaje de voz a un preso de la famosa prisión colombiana de La Picota se envió días antes de que el poderoso expresidente Álvaro Uribe afrontara el final de un plazo judicial para aportar testimonios en un importante caso en su contra.
“Hay un ‘man’ muy grande que quiere hablar”, dijo Carlos Eduardo López, devoto seguidor de Uribe, al exmiliciano paramilitar, que cumplía una condena de cuatro décadas.
Juan Guillermo Monsalve pidió detalles.
En una serie de audios de WhatsApp, López explicó que los aliados políticos de Uribe querían que los ayudara enviando un video en el que se retractaba de declaraciones previas en las que acusaba al político de tener lazos con paramilitares de derechas.
La Corte Suprema acababa de abrir una pesquisa sobre las acusaciones de que Uribe interfirió en declaraciones de testigos, y sus aliados estaban deseando cerrarla. Si Monsalve pudiera testificar que un parlamentario opositor le había presionado para que hiciera afirmaciones falsas sobre Uribe, podría ayudar a ahorrar una enorme complicación legal a uno de los más populares, pero también controvertidos, líderes de Colombia.
Los mensajes de voz se suman a las escuchas telefónicas, grabaciones clandestinas y declaraciones de testigos en los que se basa una enorme investigación de la Corte Suprema de Justicia sobre Uribe. La corte puso al expresidente bajo arresto domiciliario la semana pasada, una decisión que conmocionó a la clase política y dividió al país.
La transcripción de la conversación estaba incluida en el documento judicial de 1.554 páginas, al que tuvo acceso The Associated Press. En los mensajes de audio, López no mencionó a Uribe por su nombre, refiriéndose a él sólo como “ese ex” y “el viejo”.
“Me lo pusieron en altavoz al viejo ahí, dijo venga m’ijo, ¿será que usted puede entrar y hablar con él y que nos mande un video?”, dijo López.
Uribe no ha sido acusado formalmente y niega con rotundidad las acusaciones en su contra.
Sin embargo, los documentos muestran una apresurada búsqueda de testigos por parte de abogados, que a su vez sufren reiteradas presiones de Uribe para que reúnan declaraciones favorables. Los registros telefónicos confirman que estaba en contacto frecuente antes y después de las reuniones para intentar conseguir pruebas cruciales. En un caso, el político pidió a un aliado que ayudara a presionar a la familia de un ex paramilitar para que le convenciera de reunirse con su abogado.
“Quiero que ese bandido rectifique”, dijo en una llamada interceptada.
Las grabaciones ofrecen una imagen que choca con la que ha mostrado en la corte la defensa de Uribe, asegurando que el expresidente participó muy poco en la preparación del caso. El exmandatario parece dar su aprobación tácita a actos cuestionables, como presentar confesiones escritas por un abogado, Diego Cadena, y firmadas por presos que al parecer tenían mala letra.
“Esas personas (…) no tienen la primaria”, dijo Cadena a Uribe por teléfono. “Yo soy penalista también, yo he manejado”.
“Está bien, vamos pa’ delante”, dijo Uribe.
Sin embargo, también parece que no había instrucciones directas de Uribe a sus abogados o enviados para que dijeran abiertamente a los testigos que mintieran o que ofrecieran beneficios más allá de la asesoría legal. En varias ocasiones dice a sus confidentes que sólo busca “la verdad”.
“La obsesión del presidente Álvaro Uribe Vélez ha sido la verdad”, dijo su abogado, Jaime Granados. “La obsesión, por años, de otros ha sido encontrarlo culpable sin importar lo que demuestren los hechos”.
El caso ha renovado una vieja división en Colombia en torno al medio siglo de conflicto entre el estado, rebeldes de izquierdas y grupos paramilitares. Muchos colombianos aún marcados por una época en la que los secuestros y los ataques con bombas eran frecuentes han sido reacios a aceptar el histórico acuerdo de 2016 que otorgaba a los exguerrilleros 10 escaños en el congreso y poca o ninguna pena de cárcel a cambio de decir la verdad.
Uribe ha estado en el centro de esa brecha, impulsando campañas para rechazar o debilitar el acuerdo, y sigue siendo una figura influyente pese a haber dejado la presidencia hace una década. Su legión de seguidores ha menguado, pero muchos le siguen viendo como un salvador que ayudó a cambiar la tendencia contra los rebeldes con una estrategia militar respaldada por Estados Unidos.
Las noticias sobre la decisión de la Corte Suprema de ponerlo bajo arresto domiciliario impactaron tanto a los admiradores de Uribe, que lo consideran una medida injusta, como a sus detractores, que lo vieron como un indicio alentador de que incluso los poderosos pueden rendir cuentas en Colombia.
El presidente, Iván Duque, un protegido de Uribe, ha expresado su firme confianza en la inocencia de su mentor.
“El tribunal no está juzgando la labor presidencial de Uribe”, dijo José Miguel Vivanco, director para las américas de Human Rights Watch. “El tribunal está estudiando un caso muy serio de manipulación de testigos que vincula al expresidente con el crimen organizado, y el debate debería limitarse exclusivamente a ese punto”.
El origen del caso se remonta a 2012, cuando el senador Iván Cepeda hizo acusaciones en el congreso sobre los lazos de Uribe con los paramilitares. Esos grupos fueron organizados por terratenientes, en ocasiones con la complicidad del estado, para combatir a guerrillas izquierdistas.
Durante toda su carrera, Uribe se ha visto perseguido por acusaciones de lazos con los cárteles de la droga y con paramilitares, aunque nunca ha sido procesado y él rechaza las acusaciones. Presentó una queja contra Cepeda, acusándole de manipular a testigos para obtener las confesiones condenatorias de ex paramilitares. Pero en 2018, la Corte Suprema archivó el caso y en su lugar empezó a investigar al expresidente.
Los registros judiciales muestran una imagen detallada de esos primeros días tras la decisión.
Después de los mensajes de López a Monsalve, el abogado de Uribe se presentó en la prisión. El reo de 40 años se negó a aceptar su visita. Pero al día siguiente, tras la aparente presión de otro preso, Monsalve aceptó reunirse con él.
Entró en la reunión llevando un nuevo reloj que su esposa le había llevado ese día, y grabó en secreto 18 minutos del encuentro.
“Yo pienso que usted necesita un beneficio de alguna forma”, dijo Cadena, según el registro.
Pero Monsalve se mostraba reticente. Cambiar su testimonio le supondría verse acusado de un nuevo delito, lo que aumentaría su pena de prisión, señaló. Enrique Pardo Hasche, otro preso que actuaba como intermediario con los aliados de Uribe, trató de calmar sus temores.
“Pero si usted se pasa pa’l lado del presidente, yo le aseguro que va a recibir ayuda”, dijo Hasche.
Cadena, el abogado de Uribe, afirmó que no quería poner ninguna presión, pero más tarde dijo que debía presentar la declaración al día siguiente. Sugirió que Monsalve escribiera algo corto diciendo que está dispuesto a aclarar cosas, para “romper el hielo”.
Pese a su insistencia, Monsalve no firmó la carta.
Sin embargo, Cadena continuó sus esfuerzos para obtener una nueva declaración y una semana más tarde se reunió con la esposa de Monsalve, según el documento.
Deyanira Gómez acudió al encuentro, celebrado en un Dunkin Donuts a principios de abril, equipada con un dispositivo de grabación escondido y un mensaje directo para Cadena.
“Nunca le hemos pedido ayuda a nadie y no se la vamos a pedir al señor Uribe tampoco”, afirmó ella. “Somos claros que no nos vamos a retractar porque la versión que tiene Juan es la real”.
Gómez envió una carta de su esposo al tribunal, disculpándose con Uribe y su hermano y diciendo que son “totalmente inocentes”. Pero al final, añadió “esta carta la hago bajo precion (sic)” de Cadena y Hasche, “enviados por expresidente Álvaro Uribe Vélez”.
Gómez huyó más tarde de Colombia temiendo por su vida.
En sucesivas llamadas telefónicas, Uribe insiste en que solo quiere encontrar “la verdad” y hace afirmaciones como que no había nada turbio. Pero los magistrados son escépticos de esas afirmaciones, señalando que el expresidente reconoció en varias ocasiones que sabía que sus llamadas estaban pinchadas, y por lo tanto el contenido de las conversaciones podría ser menos auténtico.
Granados, que representa a Uribe, ha pedido que se publiquen todos los documentos del caso, afirmando que las anécdotas recogidas en el fallo ofrecen una imagen parcial.
Durante todo el proceso, Uribe ha estado rodeado por aliados devotos y dispuestos a hacer lo que sea necesario, incluso aunque les perjudique. Un preso que simpatizaba con el político dijo “Uribe es Dios”. López, que grabó los mensajes de audio en WhatsApp, también expresó una lealtad firme al exmandatario, atribuyéndole el merito de derrotar a las guerrillas.
“Mientras exista el doctor Uribe, siempre voy a ser un seguidor”, afirmó.