Heddel Cordero
Después de la pandemia, al final de esta pe­sadilla, cuando no queden ras­tros de pesimismo en el mun­do, allá, al final de las tinieblas, la gente y las empresas reto­marán el camino de la cotidia­nidad apartando lágrimas y dolores.

La gente volverá a su ru­tina social y laboral hastia­da de reposo y agobiada de incertidumbre.

Será preciso sobreponer­nos a todo. En algunos ca­sos al luto, a la improduc­tividad de años, al tedio de unos días largos y silencio­sos, a jornadas infecundas que nos han dejado en ro­jo y a toda preocupación y tristeza.

Volveremos a ser lo que fuimos. Volveremos al pa­sado para salvar el presen­te. Volveremos a recomen­zar con lo poco que quede de nuestro ánimo. Volve­remos a desempolvar ilu­siones y esperanzas. Vol­veremos a vernos la cara y a darnos el abrazo efusivo. Con Dios delante volvere­mos.

Volveremos a la socia­lización sin temores. A la sonrisa plena. A la cordia­lidad de los encuentros y a los besos fraternales. Re­nacerá la esperanza y la luz que apagó la fe revivirá pa­ra llenar de sueños el por­venir de cada quien.