Dr. Víctor Manuel Peña
Durante centurias Estados Unidos se ha presentado y vanagloriado de ser la cumbre y el más excelso ejemplo de la democracia en el mundo.
Pero el miércoles 6 de enero de 2021, Donald Trump, presidente de EEUU en ejercicio, está manchado y marcado con tinta negra indeleble la historia de la democracia en esa nación por el espectacular asalto al Capitolio en Washington, el cual tuvo lugar bajo la orientación política de Trump.
Obviamente que Trump azuzó ese acto de sedición, de insurrección o de golpe de Estado para tratar de evitar que Joe Biden, ganador por amplio margen de las elecciones presidenciales del 3 de noviembre de 2020, fuera certificado por el Senado federal como ganador de esas elecciones.
Y Trump llegó tan lejos en esas absurdas y locas pretensiones que le bajó línea al vicepresidente Mike Pence, presidente del Senado, para que boicoteara o hiciera abortar el proceso de certificación de Joe Biden como presidente electo de Estados Unidos.
Y naturalmente Mike Pence no le hizo caso y actuó conforme el mandato de la Constitución.
Ese día 6 de enero Mike Pence se creció en la defensa de la democracia y de la institucionalidad.
Trump tiene enloquecidas a sus bases, pero jamás podrá enloquecer a Mike Pence y a parte del establishment del Partido Republicano.
Todo indica que el Partido Republicano le ha dado la espalda a Trump por sus desorbitadas e irresistibles locuras.
Han entendido con claridad meridiana que por encima de Trump están la democracia y la institucionalidad.
¿Y por qué a Trump se le metió la locura de que había “ganado” sin ganar, es decir, de que le habían hecho “fraude” en las elecciones del 3 de noviembre?
Todas las locuras hechas y cometidas por Trump evidencian la pretensión de que quería seguir siendo presidente de Estados Unidos sin haber ganado.
Trump nunca pudo presentar una sola evidencia de que le hicieron fraude. Todas las demandas presentadas en diferentes estados y colegios fueron desestimadas por los colegios, los tribunales y la Corte Suprema por improcedentes y mal fundadas.
Todo evidencia que el que sí quería seguir en la Presidencia de Estados Unidos con fraude era Trump.
La personalidad de Trump siempre ha sido muy conflictiva, y esa personalidad tremenda y totalmente conflictiva lo llevó a hacer una presidencia también conflictiva y explosiva.
La perenne conflictividad de su personalidad lo llevó a concebir la mostrenca idea de la construcción de un muro en la campaña electoral de 2016 para separar a Estados Unidos de México y la absurda idea de que la construcción de ese muro tendría que ser financiada por México.
Trump ha cometido crímenes espeluznantes en la eterna guerra que les ha declarado a los inmigrantes.
La conflictividad enfermiza de su personalidad lo ha llevado a estar en guerra permanente con los aliados y con los enemigos tradicionales de Estados Unidos.
La crasa ignorancia de Trump -envuelta en esa explosiva, violenta y conflictiva personalidad-, lo llevó a retirar a Estados Unidos del acuerdo sobre el cambio climático, del acuerdo nuclear con Irán, de la UNESCO, de la OTAN y de la OMS.
Es indudable que Trump cae abatido, sin pena ni gloria, y atrapado en la convulsa e incandescente conflictividad de su personalidad. Lo que ha hecho lo anula para siempre: es como si no hubiera pasado por la Presidencia de Estados Unidos.
Su tímido y sombrío “liderazgo” ha quedado hecho cenizas en las arenas de la historia.
No hay futuro para Trump o sí hay pero un futuro muy lúgubre!
¿Qué pasará con Trump?
Los delitos que ha cometido Donald Trump lo hacen merecedor de la destitución deshonrosa del cargo ya sea vía enmienda 25 o vía impeachment.
Los demócratas y parte de los republicanos entienden que el juicio político a Trump es una necesidad.
En efecto, la Cámara de Representantes aprobó el miércoles 13 de enero de este año 2021 un segundo impeachment o juicio político a Trump.
Por los graves delitos cometidos, el presidente Donald Trump debe ser enjuiciado y destituido por el Senado federal.
En Estados Unidos no debe prosperar o prevalecer la impunidad, en cuyo caso se le estará propinando una herida mortal a la democracia y a la institucionalidad en ese país.
Pero ya Trump, como ignorante total y miedoso total que es, está pidiendo a gritos, y con los estertores propios de la incandescencia del miedo aterrador, que los indulten a él y a sus hijos cuando aún no se les han formulado cargos.
Ello revela de manera inequívoca que Trump está muy consciente de que ha cometido delitos muy graves.
En fin, el violento y temerario y trágico asalto al Capitolio no debe quedar impune.
La impunidad es un germen muy nocivo y dañino que corroe las bases de cualquier democracia.