Dr. Víctor Manuel Peña

No hay duda de que la inflación en República Dominicana se ha convertido en un problema importante en el contexto de la hipercrisis por la que atravesamos.

La tasa de inflación el año pasado no fue de 10%, pero fue de 5.5%.

Y esa tasa de inflación acumulada o anualizada de 5.5% en el 2020 es preocupante. Esa tasa de inflación estuvo por encima de la meta de inflación.

Por primera vez en mucho tiempo el Banco Central ha expresado su preocupación por ese nivel de inflación: es como que la inflación se le ha ido de control!

Ese nivel de inflación se ha estado expresando con fuerza a nivel de los precios de los productos básicos complicando el asunto de la seguridad alimentaria. Ese nivel de inflación se está expresando también en los precios de los insumos que usa la industria de la construcción. Y así sucesivamente. Naturalmente, esa inflación está devorando el poder de compra de los salarios monetarios.

En fin, la inflación está afectando el desenvolvimiento de la economía dominicana.

¿Dónde se localiza el origen de esta inflación que tenemos en la economía y en el país?

Se localiza de manera innegable en dos factores: la depreciación sostenida de la moneda local frente al dólar y el exceso de liquidez que hay en la economía en estos momentos

La depreciación de la moneda en cualquier economía y en cualquier país del mundo genera inflación, máxime si la depreciación o devaluación de la moneda es sostenida y progresiva como es el caso de la República Dominicana.

Todo lo anterior indica que el Banco Central tiene necesariamente que reorientar la política monetaria y cambiaria que ha estado aplicando si realmente le interesa revertir la situación inflacionaria que nos envuelve.

Como la política monetaria es muy efectiva en el corto plazo, el asunto puede enderezarse tomando medidas ya para impulsar la apreciación o revaluación de la moneda nacional frente al dólar y comenzar a recoger al mismo tiempo el exceso de liquidez que hay en la economía dominicana.

Ambas medidas de política monetaria y cambiaria están intrínsecamente vinculadas: si no se recoge el exceso de liquidez que hay en la economía no es posible apreciar el tipo de cambio de la moneda nacional frente al dólar.

Porque han sido la depreciación sostenida y continua de la moneda local frente al dólar, ocurrida durante los ocho años del gobierno anterior, lo que ha estado en la base de la inflación y del encarecimiento de las importaciones o del costo de éstas.

Este panorama se complica por el exceso de liquidez que hay en la economía en estos momentos.

En estos momentos no puede ni debe ser motivo de orgullo para ninguna autoridad pública decir que aún con ese nivel de inflación se mantiene la “estabilidad macroeconómica o la estabilidad de los precios agregados de la economía”.

Con la depreciación de la moneda nacional los precios de todos los productos que el país importa se encarecen. Y si los precios en dólares de los productos importados aumentan en el mercado internacional la situación se complica en el mercado interno por el efecto perverso y directo de la depreciación de la moneda. Pero esta situación se agrava aún más por el exceso de liquidez que hay en la economía.

En estos momentos no procede que el Banco Central siga aplicando una política monetaria expansiva.

Por necesidad y para contribuir a lograr que salga exitoso el proceso de recuperación de la economía dominicana, las autoridades monetarias están compelidas a aplicar una política monetaria restrictiva que provoque una apreciación importante de la moneda nacional, disminuya el exceso de liquidez y a su vez reduzca los niveles de inflación.

Y en la aplicación de esa política monetaria restrictiva el Banco Central va a tener que apelar al mecanismo de operaciones de mercado abierto que lo conecta al mercado de valores para desmonetizar liquidez a través de los instrumentos financieros colocados en el mercado de valores sin descuidar el encaje legal y el mecanismo de adelantos y redescuentos.

El PBI dominicano no es posible al margen de un importantísimo nivel de importaciones de materias primas, maquinarias, productos intermedios en general y alimentos.

Hablar de la recuperación de la economía dominicana es hablar de la recuperación del PIB en términos nominales y en términos reales, entonces el abaratamiento del costo de las importaciones a través de la apreciación de la moneda y de la disminución de la inflación juega un papel trascendental o de primer orden en el proceso de recuperación de la economía dominicana y del PIB.

En este momento no se trata de que el Banco Central inyecte más liquidez a la economía dominicana porque el gobierno lo está haciendo a través del endeudamiento público, tanto externo como interno.

Por la depreciación y por la inflación que ha habido las tasas de interés en el sistema financiero pudieron estar altas o más altas. Si no lo están es porque el Banco Central ha reducido el coeficiente del encaje legal y la tasa de los refinancimientos para aumentar la liquidez en manos de los agentes del sistema financiero en la línea de conceder créditos a bajas tasas de interés por el asunto de la pandemia.

Con la apreciación de la moneda y la disminución de la inflación pueden mantenerse bajas las tasas de interés en el sistema financiero.

El Banco Central se ha planteado una meta de crecimiento real del PIB de 6% para este año 2021 que es totalmente inalcanzable, pero es más inalcanzable si no cambia de rumbo en cuanto a la naturaleza de la política monetaria y cambiaria que está aplicando en la actualidad.

Se impone, pues, un cambio de rumbo y ya no solo para administrar el déficit cuasifiscal sino para posibilitar la reoxigenación real de la moneda nacional frente al dólar auspiciando e impulsado un sostenido proceso de apreciación o revaluación de la moneda local.

Sin ese sostenido proceso de apreciación o revaluación de la moneda nacional no será posible la recuperación de la economía nacional y del PIB.

El país no debe ser sometido a la espada de Damocles de la depreciación por el hecho de que si bien es cierto que ésta encarece las importaciones, abarata al mismo tiempo las exportaciones y mejora la competitividad de éstas en el corto plazo.

Pero en la estrategia de desarrollo que tiene que tener un país, en virtud de que el fenómeno del desarrollo económico en ningún país del mundo se ha producido en el corto plazo sino en el mediano y largo plazo, y dado el hecho de que la única competitividad verdadera es la que se afinca en cambios estructurales y continuos en la productividad, hay que hacer depender esa competitividad sistémica y del comercio exterior de los efectos de la tecnología y de la innovación sobre la productividad, y no de la depreciación de nuestra moneda.

En el mediano y largo los cambios en la competitividad sistémica y en la competitividad de las exportaciones tienen que depender de cambios sostenidos en la productividad inducidos por la tecnología y por la innovación.

O sea que la depreciación de la moneda no sirve para mejorar de manera verdadera y real ni de manera sostenible la competitividad de una economía en el mediano y largo plazo.

En otras palabras, el desarrollo de una economía en el mediano y largo plazo no puede ser aportado por la depreciación de la moneda nacional.

Es hora de producir el salto!