Por Milton Olivo
Propicia es la ocasión para en este día, hacer un aparte, detenerse y contemplar el cuadro de la existencia en este momento de la historia de la humanidad.
Sobre todo, la mujer, la madre, la esposa, y la madre de la otra mitad de la humanidad. Aquella que es el soporte, la columna principal del edificio de la familia.
Por un lado, atrapada en una realidad amenazada por una catástrofe económica incalculable global resultado de la pandemia que afecta el planeta.
Por el otro, la angustia de lo cotidiano, quiebras de empresas, incremento del desempleo, incremento de precios, y de la inseguridad.
Tiempos estos, cuando los valores religiosos, familiares y existenciales tradicionales están siendo atacados desde las alturas. Da la impresión de una conspiración global.
Pero, clave es también mirar hacia lo interno. Al YO, la raíz de las emociones, los pensamientos, las angustias, el dolor, y también del amor.
En una época donde el tema del YO, del espíritu, es un tema que ha sido relegado, por la economía, la política, el mercado, y los titulares emocionales de los emisores mediáticos.
No está de más recordar que en la naturaleza todo existe en equilibrio, con una parte, cualitativa o cualitativa opuesta, que permite exista el equilibrio. Que permite, la otra parte pueda ser apreciada, o existir.
Como la relación que existe entre la luz y la oscuridad. El positivo y el negativo. La ley de atracción y repulsión que mantiene en órbita los planetas. Los números positivos y negativos en matemática. La ley de acción y reacción en física, etc.
El asunto es, y es donde quiero llegar, que nosotros los humanos no somos la excepción. De manera, que por lógica, si tenemos un cuerpo físico que el tiempo destruye, significa que en nosotros reside una entidad que no es física y que el tiempo no destruye.
Y esa entidad es lo que durante siglos las religiones, los filósofos han denominado espíritu. De manera que los humanos, somos seres espirituales eternos, viviendo una corta experiencia como humanos en estos pesados cuerpos físicos.
Y como dijo el poeta: “Tus hijos, no son tus hijos, son hijos e hijas de la vida, deseosa de perpetuarse, vienen a través de ti, pero no para ti. Tú no eres más que un arco, que como flechas vivientes salen disparados a través de ti, tú puedes darle tu cuidado, tu amor, tu comprensión, pero no sus pensamientos, porque ya vienen con sus pensamientos creados.
De manera, que a pesar de los afanes, como también dijo otro Poeta: “Se benigna contigo misma, y en especial, no finjas el afecto, ni sea cínica en el amor, pues en medios de todas las arideces y desengaños, la vida es perenne como la hierba”