REFLEXIONES EN CAMPAÑA #36
José Francisco Peña Guaba

Desde tiempos inmemoriales las mujeres han tenido una influencia determinante en los hombres de poder, ello así porque es la mujer una de las cuatros causas o motivos principales que incentivan al varón. Además de la  gloria, el poder y el dinero son los encantos femeninos la pieza principal que escandila el corazón de un hombre y que lo hace preso del deseo irrefrenable de poseerla.

Siempre se ha dicho que “no existe afrodisiaco más efectivo que el poder”. Es por eso que la mayoría de las mujeres caen rendidas ante los hombres de poder,  es ese influjo mágico que les produce estar al lado de un hombre importante o con reconocimiento social.

El poder siempre ha estado unido a la mujer, durante siglos. Es que la superioridad de los hombres de poder frente a otros que se califican como “simples mortales”, auspicia la proliferación de amantes, quienes con tal de estar al lado de hombres “importantes” aceptan no solo esa condición sino algunas veces, hasta maltratos, involucrándose en relaciones tóxicas en las que el poder y el dinero relativiza todo lo demás. Para quienes quieran comprobar lo que aquí les digo, los invito a leer el libro “Las amantes del poder” de la periodista mexicana Sanjuana Martinez, que describe un crudo retrato en el que lo público se funde con lo privado, para exhibir uno de los matices más perversos en el uso del poder.

El poder e influencia de la mujer como amante del hombre de poder está… en la cama. Esa disposición de la mujer de hacer caer al hombre en ese juego de la seducción, donde utiliza sus encantos de manera eficiente y óptima para dar placer, termina por aprisionar física y sexualmente a su pareja. El hombre cae “enloquecido” en la relación, y para pagar esos momentos “tan dulces” hace a la mujer parte de su entorno de poder. Este es “el poder de la cama”, cuando la mujer logra que el funcionario público le dé participación en su espacio de poder con el objetivo de lograr sus particulares intereses, que en la casi totalidad de casos no son sociales ni políticos, casi siempre son económicos, para el bienestar suyo y de su familia.

Las amantes ya no son prudentes, como solían ser anteriormente. Ahora desean tener participación en el poder, obtener beneficios incesantes por sus  favores sexuales, más allá de lo que el funcionario público les pueda legítimamente otorgar. A muchos los llevan a que le den posiciones de mando, para administrar recursos, lo que hace de esto, al final, un grave problema porque la lujuria, el poder y la corrupcion son una mezcla explosiva.

Solo hay que ver que en la China de hoy la mayor cantidad de filtraciones de informaciones de corrupcion pública cometida por altos funcionarios, nacen de la delación de amantes despechadas, que han hecho conocer el estilo de vida y de lujos extravagantes de algunos miembros la cúpula del Partido Comunista, cosa que ha enfurecido a la sociedad del gigante asiático.

Es que el poder seductor de la mujer ha sido usado hasta por gobiernos y agencias de espionaje, para llevar a la cama a hombres de poder y sacarles información privilegiada, lo que nos hace entender que algunas mujeres, con sus naturales encantos, logran cuánto deseen de un hombre apasionado en su conquista.

En nuestro país con el paso de los años se ha ido haciendo común que los funcionarios públicos, hasta pasados presidentes, les otorguen cargos a sus amantes, lo que ha creado una suerte de perversion estatal porque éstas, al sentirse apoyadas, hacen todo tipo de desmanes en los cargos, de forma tal que comprometen la moral de quienes las colocaron en esas posiciones.

Las amantes del poder solo buscan dos cosas: “influencia y dinero”. Son extraños los casos en los que solo desean colaborar para hacer quedar bien a su amante.  A los funcionarios, muy por el contrario, terminan dándoles muchos dolores de cabeza, al punto de que solo obligados por las cirscuntancias actúan con decisión… casi siempre cuando ya el daño está hecho. Es que la amante del funcionario no tiene límites en su ambición, y como solo llegó ahí por el uso de sus encantos físicos, poco le importan las consecuencias de sus acciones, porque  su único fin “es salir bien pará de esa oportunidad que le dio el destino”.

Eso ya se ha convertido en algo común. Lo peor del caso es que los políticos no sólo son aporreados por los incumplimientos de pago de que son objeto como “inversionistas electorales”, o por el pago a oportunistas que no contribuyeron en nada o hicieron muy poco por el triunfo; sino que, además, tienen que ver como el producto de su trabajo político es usufructuado por la amante de turno del funcionario por quien se trabajó arduamente para llevarlo a la posición que obstenta.

Las amantes se estan llevando un gran pedazo del pastel de la corrupción que hoy nos arropa en la sociedad dominicana: apartamentos, carros de lujo y cuentas bancarias abultadísimas son comunes entre las “amantes del poder público”.

Algunas se han quedado con cientos de millones, lo que hace suponer que sus servicios sexuales han sido los mejores pagados del mundo. Claro está, la mayoría solo se queda con el funcionario mientras tienen poder, pues cuando lo pierden, cuando van a comenzar los tiempos de las vacas flacas, ponen “pies en polvorosa” para no tener que compartir lo obtenido con quien se lo permitió obtener. Conozco de muchas con vasta experiencia, son “acumulativas”, porque van cambiando de funcionario a funcionario para ir engrosando sus cuentas, su closet y disfrutar de la buena vida, que siempre es cara porque no la hay barata.

Es una aberración, y de las peores, que se les entreguen posiciones de mando y de administración de los dineros públicos a las amantes, a quienes sólo por vínculos emocionales y sexuales con hombres de poder alcanzan esas posiciones. De hecho, casi nunca se promueve a las esposas, con quienes existen vínculos legales y sociales que los comprometen a una correcta administración y ejecución de sus funciones para mantener el prestigio familiar, sino que dejan esos espacios a merced de aprovechadoras de momento, vulgares oportunistas, depredadoras de los recursos públicos para su solo y particular beneficio.

Sé que en muchos casos lo obtenido por  las amantes es compartido con el amante-funcionario que las pone “ahí” para que “se la busquen para los dos”, pero hasta en esos casos ellas se llevan la mejor tajada, porque lo que adquieren no tienen que compartirlo ni con compañeros ni en campañas politicas.

Hemos visto cómo en los últimos tiempos esa práctica ha ido “increscendo”. En este país nuestro no se imita lo bueno, pero sí lo malo del sistema. Esto no parará hasta que un escándalo sea tan grave que motive legislar al respecto, para detener tan bochornosa acción. Los niveles de degradacion en los que está cayendo nuestra sociedad son tales, por parte de la clase política y sobre todo de los oportunistas que asaltan los cargos públicos para hacer estas barbaridades, que todo gobierno que se precie de honesto con el solo rumor público debería de investigar con rapidez y, de ser real la denuncia, tomar correctivos inmediatos detener esos hechos, porque es el colmo de la degeneración de la corruptela que enferma a toda la nación.

De todas formas, esto que digo en realidad no es nada nuevo. Allá por el año 1990, estando en el aeropuerto de Caracas, compré un libro titulado “El poder de las queridas”, donde se exponían las influencias que tenían las amantes presidenciales en Venezuela. No menos cierto es que ponerlas a administrar recursos y a manejar posiciones delicadas, solo porque tengan una relación emocional con alguien de influencia o poder, es la mayor de las irresponsabilidades que se pueden cometer, sobre todo porque se sabe de antemano el ulterior fin que buscan esas damiselas.

Ciertamente muchos amigos, cuando lean esta Reflexión, pensarán que esto es tan viejo como la existencia misma. Lo sé. Bastaría releer el libro “Amantes y Reinas: El poder de las mujeres”, de la reconocida escritora italiana Benedetta Craveri, para conocer de la enorme influencia sobre los equilibrios políticos internos y externos de las poderosisimas amantes reales en la monarquia francesa. Muchas tuvieron que aprender a utilizar la astucia, a corromper, a castigar…… y a salir de escena en el momento justo.

La verdad es que mientras los dirigentes de todos los partidos reclaman a sus gobiernos espacios gubernamentales alegando el trabajo realizado o los compromisos contraidos, mientras eso ocurre, las amantes les llevan “la real ventaja”, como se dice ahora, porque son llevadas a posiciones solo satisfaciendo a los hombres de poder a quienes ellas demuestran sus especiales atributos (en la cama). Después de todo, parecen creer que en este mundo de la cultura “light” lo único que se busca es dinero y placer, que lo demás no importa.

Cuando una sociedad permite que estas cosas sucedan es porque ya nada importa, “ná es ná”. Cuando una parte de los recursos públicos está manejado por las amantes de los funcionarios, ese hecho tiene mucho que decir del país en el que se vive.

Una parte de los funcionarios, a todos los niveles y de todos los gobiernos, están pagando favores sexuales con los recursos públicos. Esa es la peor de las inconductas. Se trata de prácticas que se deben acabar de inmediato, porque ésta degradación moral no debe seguir permitiéndose o de lo contrario, terminará por ser una costumbre tan generalizada que luego será más difícil de combatir. El que quiera tener amantes que las tenga, pero que las mantenga de sus bolsillos y no de los fondos del Estado. Mientras, las “chapiadoras del erario público” se están convirtiendo, en nuestro país, en una nueva pandemia.