REFLEXIONES EN EL CAMBIO #55
Por: José Francisco Peña Guaba
Algunas de mis reflexiones han creado escozor en algunos alabarderos, que por hacerse visibles desean cuestionar mis opiniones en función de mis particulares criterios, sobre diversos temas. Sin embargo, cuando critico los males ancestrales que tiene la República, no culpo de manera alguna al gobierno de turno, que apenas tiene casi 9 meses y que le ha tocado la parte más difícil: sortear una pandemia como la del Covid 19.
Mis reflexiones son producto de mi visión particular, de la experiencia y, sobre todo, de mis vivencias. No circunscribo mi pensar a compromisos políticos ni electorales de ninguna clase. El que me conoce lo sabe, porque hasta con mi padre tuve diferencias, como aquella vez, en 1986, cuando le expresé que un sector del salvadorismo lo estaba usando y que solo nos hacía daño en ese momento su apoyo, que era una verdadera trampa. Solo lo entendió cuando llegó el Pacto “La Unión”, ahí estuvieron los resultados, volvió Balaguer.
Nadie de los cercanos a mi padre quiere más al Lic. Fernando Álvarez Bogaert que quien esto escribe, para el 1994 fue muy buen compañero de fórmula, pero para el 1996 sabía que eso nos costaría llegar al poder, porque el Dr. Balaguer, temeroso de que le quitara su partido y se cebara contra él, se decidió a apoyar al PLD, partiendo del criterio de que mi padre cerraría los ojos siendo Presidente y Fernando tomaría el Poder.
Durante años mantuve profundas diferencias de criterio con Danilo, muy serias algunas de ellas, pero siempre se las dije todas en su cara, no se las mande a decir con nadie. No me importaron los cargos que teníamos en el gobierno ni todo lo que podrían ofrecernos, mantuve mi decisión y me dediqué a armar dos alianzas, la primera “Juntos Podemos” (solo para los niveles congresual y municipal) y “Ganar” (para el nivel Presidencial). En este último caso desoí a Leonel Fernández, que me pidió que no la hiciera porque él no se iría del PLD.
Para algunos amigos de la prensa y otros compañeros del PRM, les aclaro, les digo y les confirmo que ambas alianzas fueron de conocimiento primero de Luis Abinader, con quien me reuní varias veces y, lo de la integración de ambas fuerzas, fue un pacto de caballeros que se hizo en su oficina de campaña, con varios testigos presenciales de dicho acuerdo, que le cumplimos al pie de la letra, que financiamos con los recursos del partido y que armamos a nivel nacional, pero, como no hago nada de espaldas a nadie, mucho menos a mi hermano Leonel, quien fue que autorizo dichos acuerdos.
A nosotros nos desvincularon a cientos de compañeros de los puestos del gobierno en los que trabajaban en la gestión de Danilo Medina. Presionaron a gente nuestra para tratar de dividirnos el partido, pero eso no nos amilanó, seguimos hacia delante.
Sin embargo, todo eso que nos pasó no me hizo, en ningún momento, odiar o crear resentimiento personal alguno contra Danilo, ni contra amigos que había dejado ahí.
Todos nuestros líderes tienen virtudes y defectos, luces y sombras. Le pregunto a usted, lector, ¿dejo de reconocer las buenas intenciones mostradas por Luis, no le damos validez a su acción moralizadora al frente del gobierno? ¿No le reconocemos a Leonel sus indiscutibles condiciones intelectuales, su obra institucional y de infraestructura en sus 12 años de Gobierno? A Hipólito, ¿no le reconoceré y distinguiré por su probidad y su campechanía, su forma especial y coloquial de comunicarse con su pueblo?
Ahora resulta que Danilo no tiene luces, que es lo peor. ¿Cómo sacó el 62% en 2016, la votación más alta lograda por candidato presidencial alguno? ¿Los cuestionamientos que se están ventilando actualmente, ¿borrarán el 9.1.1, las estancias infantiles, las miles de aulas o la tanda extendida? Y lo mismo con muchísimas obras más.
¿Es que nos vamos a llenar de odio y, a nuestro particular interés, solo le reconoceremos al nuestro, al de mi partido, al que nos dé un empleo, y de los demás, asumiremos que no hicieron nada?
¿Vamos a decir ahora que Abinader es mal presidente porque no está haciendo cientos de obras, a sabiendas de que no tiene los recursos suficientes, a pesar de lo cual hace su mejor esfuerzo dirigiendo esta nación en la mayor emergencia sanitaria que se recuerde?
Estos líderes no son Juan Bosch ni José Francisco Peña Gómez, los semidioses de la política vernácula. Ellos construyeron nuestra democracia, sus liderazgos traspasaron el poder y son los mayores paradigmas de honestidad y verticalidad ideológica.
Eran otros tiempos, pero todos los líderes aquí referidos tienen grandes virtudes. A alguien le toca reconocerlos, en esta jauría de hienas que solo destilan odio por uno o por otro.
¿Qué tienen sus culpas o sus sombras? Claro que sí, aunque entiendo que al presidente Luís Abinader “hay que chancearlo”, porque es muy poco el tiempo todavía para identificar alguna acción dañosa contra nadie.