Dr. Víctor Manuel Peña
Los gobiernos están para gobernar, lo que significa que tienen que estar preparados para diferenciar siempre lo posible de lo no posible en el muy difícil e intrincado arte de gobernar.
Para gobernar y gobernar bien en términos de resolver los problemas centrales de una sociedad hay que tener una visión clara y actualizada de los contextos nacionales e internacionales en que se lleva a cabo la acción de gobernar.
Lo que significa que esos contextos nacionales e internacionales plantean restricciones o limitaciones a la acción de gobernar.
En esos contextos nacionales hay que ponderar muy bien siempre las fuerzas económicas, sociales y políticas que están en la sociedad y que están en movimiento permanente.
Más que diferenciar lo conveniente de lo no conveniente, hay que diferenciar lo posible de lo no posible.
Decía Karl Marx, el más grande teórico social y político que conoce la historia, “que la humanidad solo se plantea y asume tareas realizables”, es decir, tareas posibles.
¿Es posible la reforma fiscal?
¿Es posible la reforma constitucional?
Ciertamente es posible discutir y buscar consenso en torno a la reforma fiscal que implique mejorar la situación tributaria y fiscal en sentido general y que no empeore la situación económica y social del pueblo.
Por ende la reforma tributaria debe descansar más en gravar el patrimonio, la propiedad, en síntesis, la riqueza y los altos ingresos, y menos en gravar el consumo.
Y la misma reforma del gasto público – más transparencia, calidad, efectividad y eficacia del gasto – redunde en una redistribución más progresiva del gasto público en la sociedad.
Tiene que predominar la búsqueda del bien común.
Pero es lógico que para comenzar la discusión pública, el gobierno del PRM tiene que presentarle al país su propuesta de reforma tributaria y de reforma del gasto.
A partir de ahí debe empezar el debate.
Pero la reforma constitucional es una especie disonante que no es posible ni realizable en el actual contexto social, económico y político, es decir, en el contexto histórico que vive la República Dominicana actualmente.
Repito aquí lo que he dicho en las redes sociales: Meterse en estos momentos en un proyecto de reforma a la Constitución sería un gravísimo error de consecuencias imprevisibles para el gobierno: no abran esa caja de Pandora
Hay que asumir siempre con plena conciencia las enseñanzas de la historia, sobre todo, de la historia muy reciente: el pueblo dominicano asumió militantemente la lucha en defensa de la Constitución y de la democracia y frustró totalmente en las calles el plan del dictador Danilo Medina que quería lograr una segunda reelección en el año 2020.
Y ustedes saben que fue un gigante de la política dominicana y de América, el doctor Leonel Fernández, quien dirigió dignamente esa gigantesca lucha en defensa de la Constitución y de la democracia.
Propiciar una reforma a la Constitución de 2010 para rehabilitar al dictador Danilo Medina para las elecciones de 2024 tendría consecuencias muy negativas para quien la propicie.
El gobierno debería hacer caso omiso a los “asesores” que desde la dirección del PRM quieren meterlo en camisa de once varas al proponerle que reforme la Constitución de 2010 para rehabilitar al dictador Danilo Medina.
Pero, además, no ha habido transformaciones profundas en la sociedad dominicana de 2010 a esta parte que justifiquen una reforma a la actual Constitución.
La Constitución de 2010 no solo es la más avanzada con que ha contado la República Dominicana en toda su historia sino que es una de las más avanzadas de América.
Es totalmente improcedente una reforma a la Constitución dominicana pensando en las elecciones de 2024.
Es lapidaria ya la resuelta oposición del doctor Milton Ray Guevara, actual presidente del Tribunal Constitucional, a una reforma constitucional en los actuales momentos.