Oscar López Reyes
Palabras, vocales, morfemas, grafías y dobletes supuestamente feministas están siendo utilizados en la cotidianidad, como una intromisión indeseable, que alteran inmisericordemente el idioma español. Ex profeso, se busca desconocer el milenario uso del masculino genérico (singular y plural), que identifica a todas las especies (humanas, animales y algunas plantas), y que no establece diferencia entre sexos.
La gramaticalidad estatuye el binarismo (binario o dual) no discriminatorio, porque -como lo especifica la Nueva Gramática de la Lengua Española- “el masculino es en español el género no marcado”, o sea, el integral y neutral que designa a todos los individuos sin distinción carnal, “y el femenino el marcado” (1), es decir, que –“igual que en otros idiomas”- se etiqueta como unisexo, porque opera para los dos.
Para comprender esta exposición, tenemos que separar GENERO y SEXO, porque en la lengua hay género, pero no sexo. El “Diccionario panhispánico de dudas” precisa que “para designar la condición orgánica, biológica, por la cual los seres vivos son masculinos o femeninos, debe emplearse el término sexo. Por lo tanto, las palabras tienen género (y no sexo), mientras que los seres vivos tienen sexo (y no género” (2).
En esa andana debemos deslindar, razonablemente, ambos significados. ¿Qué género tienen las palabras mano y puño? Las dos terminan en vocal O. Mano posee género femenino, y puño abraza el masculino. ¿Sabemos por qué? No. Veamos ahora: la mano y el puño.
El género gramatical se determina por el empleo de los artículos (la mano y el puño); los sustantivos, entre ellos los epicenos -que nombran lo masculino y femenino, como el bebé-; los adjetivos, algunos pronombres, la terminación y el contexto socio-cultural.
Sexualizar el género (sexo biológico) fundamentado en los parámetros de la ideología feminista del lenguaje rompe el rigor científico, con lesiones profundas en los esquemas morfológicos y semánticos, en virtud de que “el género de los sustantivos es una propiedad gramatical inherente, sin conexión con el sexo” (3). Y no guarda relación, en lo absoluto, con la ineludible equidad de derecho, ni oculta a ese ser prodigioso -el único capaz de dar vida humana- llamado mujer.
El español, que comenzó en el año 1200 y que tonifica como la lengua más hablada (489 millones de personas), y otras romances o evolución desde los tiempos de Roma (portugués, francés, italiano, rumano y una veintena más), está siendo degradado encarnizadamente por un ortodoxo y desafiante movimiento feminista, el bloque LGBTIQ+ (lesbianas, gays, bisexuales, transgénero, intersexo, queer y más) y defensores de derechos humanos, que pretende llevarse por delante hasta la estructura morfológica y de sintaxis de la lengua española. Objetivo: ignorar el masculino como abarcador de todas las condiciones anatómicas, fisiológicas y psicológicas, para visibilizar a la mujer.
Por lo antes dicho, la conjunción de nuevas jergas detrás de una inclusión que ya existe, “quiebra la esencia” del “léxico, gramática y ortografía” (4) de los emisores castellanohablantes, y lanza un reto a la Real Academia Española, que “tiene como misión principal velar porque los cambios que experimente la Lengua Española en su constante adaptación a las necesidades de sus hablantes”, “conserve el genio propio de la lengua” y “no quiebren la esencial unidad que mantiene en todo el ámbito hispánico”.
Ejemplifiquemos el compuesto de distorsiones del denominado lenguaje de la sexualidad:
1.- “Los/las”. El uso de esta barra para juntar dos artículos pisotea reglas gramaticales, en un superfluo desdoblamiento léxico o duplicación de géneros.
2.- “Dominicanos y dominicanas respetuosos y respetuosas”. Este doblete deviene en tautología o redundancia. Despliega como un dislate.
3.- Buenos días “a todos y a todas”. Se trata de un hipónimo o repetición, en virtud de que “Todos” engloba a hombres y mujeres.
4.- “La miembra” y “La estudianta”. Además de la impropiedad, sustituir los morfemas “o” y “e” por la vocal “a” resulta malsonante y extravagante. Como contraparte, en vez de periodista tendríamos que escribir o pronunciar periodisto; en lugar de artista diríamos artisto, policio o no policía, cliento y no cliente, la hembro y no la hembra, la criaturo y no la criatura, la persono y no la persona, y la victimo y no la víctima.
5.- “La dirigente/ta”. Una cursilería anómala e improcedente.
6.-“@” (chic@). Agramatical, porque el recurso grafema de la arroba, que une la “a” y la “o” como representación del masculino y el femenino, es un injerto ridículo sin valor lingüístico. En ningún idioma ha sido admitida la colocación de una sílaba con la @, debido a que no es una vocal.
7.- “Amigues”, en vez de amigos: un invento insólito, que se escurre como un eufemismo.
8.-“Les niñes”, otra premisa de la subjetividad terminológica.
9.- “Todes” y “Todxs”, en reemplazo de todos. El español tampoco acepta una sílaba con la “x”, ya que no es una vocal.
10.- “Chicxs” y “chiques”: dos locuciones improvisadas, que ni siquiera pueden pronunciarse, por las trabas fonéticas.
11.- “Hen” y “hon” (ella o tercera persona sin género), en un canje por “han” (él), en otra forzada y confusa ligadura en la variación de la genitalidad.
12.- “Querides alumnes”, por queridos alumnos y queridas alumnas. ¡Qué chabacanería! .
En su informe de 2020, la Real Academia Española, máxima autoridad rectora del habla materna que cuida la propiedad, la unidad y la comprensión del idioma en el ámbito hispánico, sostiene que “el uso de la “@” o de las letras “e” y “x” como supuestas marcas de género inclusivo es ajeno a la morfología del español, además de innecesario, pues el masculino gramatical ya cumple esa función como término no marcado de la oposición de género” (5).
Plasmemos, como ilustración, un texto que, por su exagerado sexismo, rueda con tautología o repetición recargada:
“Señoras y señores: Gracias por asistir a esta importante reunión. Todos y todas fueron convocados y convocadas para analizar qué podemos hacer en beneficio de los y las moradores y moradoras de esta comunidad que hoy forman parte de la gran masa de damnificados y damnificadas, víctimas de las recientes inundaciones. En condiciones bastante infrahumanas, esos y esas damnificados y damnificadas yacen alojados y alojadas en diferentes lugares o refugios en espera de la ayuda humanitaria que podamos ofrecerles todos y todas los y las que nos consideramos ser verdaderos y verdaderas cristianos y cristianas o totalmente identificados e identificadas con el dolor ajeno” (6).
¿Qué le parece al presidente de la República leyendo la anterior pieza oratoria?
¿Han visto ustedes semejante fragmento en un libro publicado por una reconocida editora, un diario prestigioso o una revista científica?
El discurso precedente boya en la redundancia estilística, contrario a la economía lingüística, la sencillez y la claridad; en la incoherencia y se torna asaz aburrido en la complejidad sintáctica/semántica.
El idioma español está cargado de tanta riqueza y amplitud que permite la feminización del lenguaje o la inclusión, admitida por la Real Academia de la Lengua. Además de los epicenos, en la perspectiva de la morfología “se recomienda generalizar el femenino con a en los nombres de profesiones, cargos y títulos que en masculino terminan con o cuando éstos son desempeñados por mujeres: la abogada, la catedrática, la médica, la ministra, la diputada”.
Igualmente, lo facilita “en los nombres de profesiones, cargos o títulos terminados en consonante, se recomienda tratarlos como comunes en cuanto al género: el juez-la juez, el fiscal-la fiscal, el concejal-la concejal, el edil-la edil, el bedel-la bedel, aunque en algunos casos, como el de juez, el Diccionario de la Real Academia ya recoge jueza” (7).
Obviando el antisexismo lingüístico, y para diferenciar el catalizador erótico (hombre/mujer) y el género (masculino/femenino), el “Libro de estilo” del diario español El País (8) y otros textos sugieren variar “igualdad de género”, por “política de igualdad”, y “violencia de género”, por “violencia machista”, “violencia sexista” o “violencia contra las mujeres”.
Aislando los criterios extralingüísticos y admitiendo que son escasos los seres humanos que se oponen a la paridad de derechos entre hombres y mujeres, y que el lenguaje no parió ese fenómeno, tenemos que reconocer que las nuevas expresiones idiomáticas atentan contra la tradición lingüística y cultural, así como contra la compactación, la virginidad , la pertenencia y el buen uso de la lengua castellana.
Y, como medida preventiva a las denominadas “lacras del lenguaje”, maestros, filólogos y especialistas en sociolingüística y psicolingüística observan: 1) que dificultarán aún más la incomprensión de la deficitaria lecto-escritura en niños y adolescentes, y 2) que los cambios se asientan meticulosamente durante cientos o miles de años, y que la imposición con una rapidez forzosa promueve la teoría del caos y empuja hacia la pendiente catastrofista.
……………………..
Citas bibliográficas:
1.- Nueva Gramática de la Lengua Española, Asociación de Academias de la Lengua, Decimotercera tirada, Editorial Planeta, Barcelona, España, 2021, pág. 20.
2.- “Diccionario panhispánico de dudas”, Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española, Santillana Ediciones Generales, Bogotá, Colombia, 2005, pág. 310.
3.- Nueva Gramática Básica de la Lengua Española, Real Academia de la Lengua, Asociación de Academias de la Lengua Española, Editorial Planeta, séptima tirada, Barcelona, España, 2021, pág. 24.
4.- https://www.rae.es/la-instituci%C3%B3n/iiicentenario
5.- “Informe de la Real Academia de la Lengua sobre el lenguaje inclusivo y cuestiones conexas”, Madrid, España, 16 de enero de 2020.
6.- “Sexismo lingüístico y doble género. La plaga del lenguaje contemporáneo”, Academia Dominicana de la Lengua, Editora Corripio, Santo Domingo, Rep. Dom., 2012, pág. 51.
7.- “Manual de español urgente”, agencia española EFE, Ediciones Cátedra (Grupo Anaya), 2001, pág. 60.
8.- “Libro de estilo” del diario español El País, Penguin Random House Grupo Editorial, Barcelona, España, 2021, págs. 382 y 383.