Por RAFAEL MÉNDEZ
La estampida que continúa produciéndose en las filas del Partido de la Liberación Dominicana, a juicio de muchos, le quita lustre al proyecto presidencial 2024 del alcalde del Municipio de Santiago, Abel Martínez, luego de resultar electo en la consulta ciudadana efectuada por la organización morada el pasado 16 de octubre.
Ese momento muchos lo vieron como trascendente y de gloria, y lo interpretaron como un “gran salto adelante”, y que sin duda alguna parecería que “echaría por tierra” los dos años difíciles y tortuosos que han mellado la imagen del PLD, tras la división que le costó la pérdida del poder, y el apresamiento y sometimiento a la justicia de funcionarios vinculados al pasado gobierno.
Pero resulta que el proyecto presidencial Abel Martínez recibió una especie de “ataque Pearl Harbor” en el corazón del territorio que le catapultó al cimero lugar de cara a la contienda electoral pautada para el 2024, con las sorpresivas renuncias de importantes dirigentes encabezados por el miembro del Comité Político, Julio César Valentín, quien fuera presidente de la Cámara de Diputados y senador durante dos periodos.
A diferencia de la implacable y contundente reacción del Gobierno de Estados Unidos a Japón por su ofensiva militar sorpresa (sin que esto signifique estar de acuerdo con ese genocidio), la máxima dirección política del partido morado se colocó a la defensiva, lució conturbada, y respondió con evasivas aduciendo que “nunca es tarde para hacer nuevos amigos. Son decisiones personales. No es un tema de nuestro interés” … (sic), al tiempo que se limitó a informar quienes
ocuparán los puestos dejados por los renunciantes dirigentes peledeístas.
Minimizar el golpe no cura la herida
Cuando se cumplió la sentencia que condenó a muerte por fusilamiento de cuatro generales en Cuba, encabezados por el multi condecorado general Arnaldo Ochoa, el periódico Granma, órgano oficial del Partido Comunista, reseñó la información en un pequeño recuadro de primera plana, casi imperceptible.
Con el tratamiento a esa información de la que estaba pendiente una buena parte del mundo, la dirección de la revolución dejaba claramente establecido que esa dolorosa situación no era una victoria para el proceso cubano, sino una dolorosa y obligada decisión para vindicar al gobierno y a la revolución de acciones vinculadas al narcotráfico internacional.
De ahí que en nuestro medio se recurra con mucha frecuencia al manido expediente de tratar de “tapar la luz del sol, sacándose los ojos”, ante situaciones que por mucho que se pretendan minimizar, representa un duro golpe a la organización, como es el caso que copa la atención pública como lo es la renuncia del destacado dirigente Julio César Valentín, junto a un numeroso grupo de cuadros importantes del PLD.
Y es que, para la opinión generalizada, y no ha de dudarse que los peledeístas en todos los niveles pensarían de igual manera, en el sentido de que consulta ciudadana, como una iniciativa inteligencia de la dirección morada, colocaba “como hechos del pasado”, la estampida que venía produciéndose desde hacía dos años, pero la salida de Valentín, y los que abandonaron las filas moradas después de la contienda, “echaron por tierra” esa legítima aspiración.
Los días o meses por venir, desvelarán si estrategia la de “minimizar el golpe” ha curado la herida, y detenido la hemorragia que ha venido produciendo esa enorme incisión, o si, por el contrario, aún no llega la cura, o por lo menos un leve consuelo, producto del contundente golpe que significó perder a su principal referente y líder por más de 20 años.