Por Víctor Manuel Peña
La innovación trasciende el mundo de la economía, por lo que al verla como producto de la inteligencia y de la acción humana es necesario visualizarla en el contexto de la historia.
Los efectos de la innovación se sienten poderosamente en la economía y en las demás estructuras e instancias de la sociedad.
La modernización de la economía, de la sociedad, de la cultura, de la civilización y de la política no es posible al margen de la innovación.
El desarrollo del conocimiento humano y de la ciencia está inextricablemente vinculado al desarrollo de la tecnología y de la innovación.
Pero todo tiene que ser sometido a un proceso de innovación comenzando por el conocimiento y la ciencia y la misma tecnología.
En el caso de la economía, el asunto de la productividad y de la competitividad interna y externa no es posible explicarlas al margen del conocimiento, de la ciencia, de la tecnología y de los efectos transversales de la misma innovación.
En el mediano y largo plazo el mejoramiento de la competitividad interna y exterior de una economía depende del aumento de la productividad, la que a su vez depende del desarrollo de la ciencia, de la tecnología y de la innovación.
Si el ser humano ha sido capaz de innovar la sociedad, la economía, la cultura y la civilización, ¿no tiene capacidad ni voluntad para innovarse a sí mismo, es decir, innovar la política e innovar el Estado?
Innovar la política significa que el hombre o la mujer sea un ser moral y éticamente correcto.
Que el hombre o mujer que entre al Estado con funciones y atribuciones de funcionario sea moral y éticamente correcto.
Que cuando salga del ejercicio de sus funciones públicas siga siendo moral y éticamente correcto.
Con funcionarios moral y éticamente correctos, es decir, mental y materialmente correctos no hay manera de que se dilapiden los recursos públicos.
¿Pero la familia, la sociedad y el sistema de partidos son proclives a formar hombres y mujeres moral y éticamente correctos para el ejercicio pulcro de la política y la dirección pulcra del Estado?
Las sociedades humanas, desarrolladas y no, son demasiado las lacras y perversidades que arrastran consigo y demasiados los efectos negativos que producen sobre los niños y niñas en su proceso de desarrollo.
Y la sociedad toda, Estado y sector privado, está afectada permanentemente y estructuralmente por esas lacras y perversidades.
Y el asunto del hiperfenómeno de la corrupción pública y privada tiene sus raíces muy profundas en esas lacras y perversidades que están presentes en las estructuras de toda la sociedad y de la familia.
Lamentablemente los políticos moral y éticamente correctos son una excepción en estas sociedades laceradas y profundamente atravesadas por el síndrome de las perversidades y de las lacras.
La educación ha fracasado, pues, no ha servido para producir una nueva sociedad con hombres y mujeres realmente renovados. Los hombres y mujeres correctos, que son la inmensa minoría, son un producto de su propio esfuerzo o de su propia decisión.
Yo creo que para enfrentar las raíces de ese mal tan profundo va a haber que hacer lo que hizo el gran libertador Simón Bolívar en la Gran Colombia en el siglo XIX: les impuso la pena capital o pena de muerte a todos los que habían dilapidado o robado los fondos públicos
Solo aplicando medidas extremamente severas como la que aplicó el libertador de América Simón Bolívar podremos extirpar de raíces el mal profundísimo de la corrupción tanto en el Estado como en el sector privado.
AUTOR: DR. VÍCTOR MANUEL PEÑA
*El autor es doctor en Economía, licenciado en Derecho, con dos maestrías y es miembro de la Dirección Central de la Fuerza del Pueblo