Oscar López Reyes

Un locutor con ideas suicidas congénitas reveló en un acto que cada vez que se siente decaído y cree que todo terminará hoy, llama a un amigo para que le recite buenos poemas, y así revive el alma, dulcifica la vida y aleja el suicidio.

Cuando la crisis abate, por el desempleo, enfermedad o despecho de amor, la poesía suspira como un refugio que alivia el dolor, ahuyenta los malos pensamientos, divierte, enamora, levanta el estado de ánimo, ayuda la salud y aplasta la desidia para seguir hacia delante.

Así, la mujer que poetiza llora de alegría, y el hombre que romantiza en su lumen encanta sus pupilas y hace volar la imaginación y los sentimientos por los cielos de la felicidad, que tanta falta hace a los que carecen de ilusión.

La poesía abreva la permanencia terrenal, y por eso muchos versos son musicalizados y una inmensidad de novelas y cuentos, publicados como libros, son llevados a la pantalla, para entretener especialmente a niños y mujeres.

Si quienes penosamente ondulan depresivos y gastando dinero de médico en médico, usualmente sin tener ningún padecimiento físico, leyeran y escribieran poemas, estos les contagiarán para ver el mundo con mejor perspectiva, y evitar el suicidio.

En 1986, la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) editó la obra de mi autoría “Venas de Secretos Abiertas”, prologada por el vate exquisito Tony Raful, que incluyó la oda “Dos hombres en contraste” y que, como referente estimulante, transcribimos a seguidas:

I
Cabalga abrumado
en un son de vaivenes
desparramados
y el corazón extenuado
y la mirada desentonada.
Y va espoleado en sus adentros
con su tez pálida y abúlica
sus ademanes y estilo
encorvados
su angustia y su racha.
Sin luz,
sin pensamiento,
con temor,
con frío,
mirando estorbo y peligro
sin haber peligro ni estorbo.
Cabalga vencido,
vencido,
señalando fantasmas.

II
Otro hombre
cabalga con aliento
despierto
lúcido,
tremolando la bandera del triunfo.
Certero y rebelde,
sin lastre,
la mirada constante
y el corazón palpitante
de ideas efervescentes,
que destilan entusiasmos.
Y cabalga desafiando
la bravura de los vientos
la tempestad de los mares,
Los sacudimientos de la tierra
y los ruidos amargos de los egoísmos,
esquivando las perversidades.
Cabalga seguro y advertido,
para levantarse
si cae,
levantarse
una,
dos,
tres,
muchas veces,
hasta vencer.