Por Cándido Mercedes

“Si los pobres aparecen de algún modo, suele ser como los personajes de alguna anécdota edificante o de algún episodio trágico, como alguien de quien admirar o por quien sentir pena, pero no como una fuente de conocimiento ni como personas a quienes se deba consultar lo que piensan, lo que desean o lo que hacen”. (Abhijit V. Banerjee y Esther Duflo: Repensar la pobreza).

No podemos vivir instalados en la retrotopia, en esa nostalgia del pasado que nos avistaba cierta seguridad y por lo tanto, a través de ella, olvidamos el significado de la utopía, que es el vientre de la esperanza, que siempre vence al miedo y a la incertidumbre. Afincarnos en la retrotopia como añoranza, nos fosiliza y nos petrifica en una elocuente parálisis paradigmática. Como diría Joel Barker, parafraseándolo: “Con el pasado no podemos hacer nada, si somos inteligente, debemos de aprender de él. El presente es solo un instante en la dinámica societal. Es lo que está por venir, el futuro, donde se encuentran nuestras mejores posibilidades.”

La utopía, como proyecto, como imaginación, ha de descansar como expresión fiel de nuestra evolución en la existencia humana. Es el sentido de este artículo, denominado Presupuestos, políticas públicas y radiografía social. Más allá de ideología, de los distintos espectros y cuadros de colocación, de retórica y discursos, lo que plasma de manera vehemente tu política pública, son los presupuestos. El presupuesto es el baluarte de tus prioridades, es el grado de importancia, de manera objetiva y cuantitativa de la jerarquización de las políticas de cualquier gobierno u organización.

Nos dice sin hablar donde asignamos los recursos, como los vamos a distribuir y forja, en la praxis, el control, la regulación, la supervisión, cerrando la brecha a la improvisación. El presupuesto es la decantación de una planificación anticipada de los ingresos y egresos, que responden a unas necesidades de una comunidad, de una sociedad, que viene a alinearse con el diagnóstico de una política pública determinada.

Jorge E. Burbano Ruiz en su libro Presupuestos, nos da varias definiciones: “El proceso presupuestario no implica solo el cálculo de cifras. Podríamos decir que es un sistema integral donde se presta particular atención a la fijación de unos objetivos con base en los cuales se planifica y controlan las diferentes actividades que puede realizar una administración”. El presupuesto, añade Burbano Ruiz, “Es la estimación programada, en forma sistemática, de las condiciones de operación y de los resultados a obtener por un organismo en un periodo determinado”. Vale decir, que es el conjunto de previsiones, acciones y decisiones que obedecen a un marco más amplio de estrategias y políticas, donde este se verifica en las operaciones, en el aterrizaje concreto de los objetivos, propósitos y políticas. El presupuesto es la viabilización financiera de los objetivos a alcanzar.

De ahí que presupuesto y políticas públicas van de la mano. Constituyen el as y el envés de una misma moneda. Una sola, no es más que ideología. Completamente sesgada y fuera de la realidad. Cuando hablamos de políticas públicas, verbigracia: política de salud, educación, seguridad, medio ambiente, protección social, pobreza, desigualdad, etc., tenemos que ver como esas políticas se internalizan en el cuerpo de los presupuestos.

Una política pública ha de descansar de manera medular en un diagnóstico, un estudio de factibilidad y en una ponderada evaluación de los resultados. Las políticas públicas nos resaltan el grado de coherencia, de integralidad y sostenibilidad de las decisiones, de un gobierno determinado. Implica y trae consigo, en gran medida, la fortaleza de las instituciones en un país dado.

¿Qué caracteriza a los sistemas políticos de América Latina según el estudio Ensayos sobre políticas públicas de la Universidad Externado de Colombia? Se debaten, dicen ellos, entre la fragmentación, la volatilidad, la falta de representación y de credibilidad; y, como son ellos que trazan las políticas públicas, estas comportan esa dificultad, esas disfunciones. De ahí, que no respondan a las demandas sociales y a las agendas nodales de cada país. Jorge Iván Cuervo Restituyo nos dice que “las políticas públicas son una caja de herramientas que puede usarse para mejorar la acción del Estado e incrementar los márgenes de bienestar y de cohesión de la sociedad”. Una política pública según Salazar Vargas “es el conjunto de decisiones y acciones del régimen político frente a situaciones socialmente problemáticas y que busca la resolución de las mismas”.

Toda política pública, nos señala Hall, tiene tres componentes para que una idea se transforme en política: primero, es necesario que tenga viabilidad económica; segundo que aparezca como favorable a los intereses del grupo político dominante, y que, finalmente, sea considerada como factible en términos administrativos. Es claro que viendo las políticas públicas, traducidas en presupuestos, hemos tenido un desbalance con lo que debe ser una adecuada y efectiva política pública. Más bien, lo que hemos tenido son acciones gubernamentales y políticas de gobierno. La radiografía social que exponemos a continuación relieva lo acotado previamente. Veamos:

1) La tasa de pobreza monetaria general pasó de 21.0% en el 2019 a 23.4% en 2020. Ello condujo en términos absolutos que 268,515 dominicanos cayeron en la pobreza general.

2) En el 2019 las mujeres con ingresos por debajo de la línea de pobreza general eran de 22%.

3) El Índice de Gini, que indica mayor desigualdad cuanto más se acerca a 1, para el año 2019 era de 0.431.

4) Para 2019 el Gasto en Servicios sociales fue de 7.6%. En cambio, el promedio de la región fue de 13. En 2021, en nuestro país fue de 8.9%.

5) El crecimiento de la economía para 2019 fue de 5.1% del PIB según el Banco Mundial.

6) En 2022 la tasa de pobreza fue de 27.7 y disminuyó en 3.0 puntos porcentuales con respecto al 2021, que se ubicó en 30.7%.

7) El Gasto en educación fue así: 2000 (2.2). 2001 (2.3). 2002 (2.5). 2003 (1.6). 2004 (1.3). 2005 (1.6). 2006 (1.7). 2007 (2.1). 2008 (2.1). 2008 (2.1). 2009 (2.1). 2010 (2.1). 2011 (2.1). 2012 (2.7). Para 2013 fue de 3.5, de 3.9 en 2016; y, 4% en el 2019. Cabe subrayar que desde 1997, mediante la Ley 67-97, se aprobó asignar el 4% a la educación y fue a partir del 2013 que comenzó a ejecutarse.

8) El Gasto público en salud, desde el 2000, hasta el 2022, se desglosa así: 2000 (1.6). 2001 (1.6). 2002 (1.6). 2003 (1). 2004 (1). 2005 (1.3). 2006 (1.2). 2007 (1.5). 2008 (1.4). 2009 (1.4). 2010 (1.7). 2011 (1.7). 2012 (1.7). 2013 (1.8). 2014 (1.8). 2015 (1.7). 2016 (1.6). 2017 (1.8). 2018 (1.6). 2019 (1.7). 2020 (2.3). 2021 (2.6). 2022 (2.7). En la región es de 5.5.

 

9) En el 2008 y en el 2009 la tasa de inflación fue de 10.6 y 15 según el Banco Mundial. El crecimiento de la economía para el 2008 fue de 3.2 y para 2009 alcanzó 3% del PIB. Es muy probable que, tomando en cuenta el contexto de la crisis financiera internacional, de las hipotecas basuras o la crisis Subprime, nos afectara como país. Como de igual manera sucedió con la Década perdida de los años 80 del siglo pasado.

10) En 2012 el crecimiento del Producto Interno Bruto fue de apenas 2.7%, aunque la tasa de inflación fue de un 3.7% según el mismo Banco Mundial. En ese año la República Dominicana tuvo un déficit de RD$157,000 millones como efecto de las elecciones y de lo que hemos denominado, la economía electoral. No fue un déficit originado por ninguna crisis, ni local ni internacional. El gasto en servicios sociales para 2012 arribó a un 7.9%.

11) La tasa de homicidios en nuestra sociedad, desde el 2005 al 2012, estuvo por encima del promedio de la región, alcanzando rangos de 26, 25, 24, 23, por cada 100,000 habitantes. A partir de 2013 disminuye, encontrándonos al día de hoy, como el séptimo país con la tasa de homicidios más baja según Insight Crime

12) El cuadro de Pobreza indigente y Pobreza Moderada muestra las tasas desde 2010 hasta 2016. Esto para entender que factores económicos, sociales, de distribución, de políticas públicas operaron para verificar las diferencias entre los gobiernos de ese interregno.

Todo esto implica la falta de políticas públicas, desde el Estado, que conduzcan a mejores inversiones para neutralizar la enorme asimetría social económica que gravita en nuestra formación social. Al no existir una deliberada política pública sucede lo que con toda propiedad señala Thomas Piketty en su obra La Economía de las desigualdades, citamos “la cuestión de la desigualdad social y la redistribución se plantea en principio en términos de oposición entre capital y trabajo, ganancias y salarios, empleadores y empleados…”.

De ahí que urge una mirada más consciente para cristalizar lo que los organismos internacionales señalan. El Banco Mundial objetiviza reformas estructurales que contribuyan a: mejorar la calidad del capital humano, fomentar mercados competitivos,

modernizar la estrategia de innovación, reducir las ineficiencias del gasto público y fortalecer la resiliencia frente a eventos externos, principalmente cambio climático. El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en su estudio Mejores Gastos para mejores vidas nos ilustra como en 2019 se perdió el equivalente a 3.8% del PIB en incoherencia y deficiencia del gasto público.

Es claro que la metamorfosis del mundo, como nos diría el finado sociólogo, filosofo, psicólogo y politólogo Ulrich Bech, nos llama a comprender el juego político del metapoder. Para ello, debemos desde ya, como sociedad, exigir políticas públicas, no meras acciones del gobierno, asumiendo al mismo tiempo, como demócratas, lo que Moisés Naim en su libro La Revancha de los poderosos, nos invita a asumir, 5 batallas que debemos de ganar, a saber:

1) La batalla contra la gran mentira.

2) La batalla contra los gobiernos convertidos en criminales.

3) La batalla contra las autocracias que tratan de debilitar a las democracias.

4) La batalla contra los carteles políticos que ahogan a la competencia.

5) La batalla contra los relatos iliberales.