Oscar López Reyes
Rehusar suscribir un Pacto Nacional ante la crisis en Haití, cerrado en banda como si se tuvieran puestos de uñas, revela en varios sectores del país una falta absoluta de visión y una contradicción ante un tópico que se está discutiendo en todos los foros internacionales: la emigración. Y, peor aún, en bandeja de plata les ofrecen argumentos a los atacantes foráneos y desprecian la opinión mayoritaria de los ciudadanos dominicanos. ¡Qué craso error!, o ¡qué felonía contra la patria!
Veintiocho organizaciones políticas y 23 prestigiosos académicos y rectores universitarios estamparon sus firmas en el documento/pacto contentivo de cuatro pilares: política de relaciones exteriores, política migratoria, política fronteriza y política económica. Empero, el PLD, la Fuerza del Pueblo y el PRD eludieron rubricar el manifiesto, con apuntamientos que privilegian la inferior competencia electoral y yugulan la salvaguarda de la soberanía y la seguridad dominicana.
En un insípido y trivial celo ante la posibilidad de que el proponente del pacto, el presidente Luis Rodolfo Abinader Corona, aumente su popularidad en una coyuntura específica, se traiciona a la patria. ¿Exageración? Los partidos que obviaron adherirse al pacto reclaman un diálogo con Haití, pero se resisten a conversar con coterráneos, a la vez que dividieron a los dominicanos en contraposición con los haitianos, que se unieron alrededor de la construcción de un canal de riego violatorio de un tratado domínico-haitiano.
¿Está pisando tierra firme el supuesto liderazgo político que se opone a la creación de una base biométrica de datos de los haitianos, a una vigilancia de la frontera, a la regulación de los trabajadores temporales, a la rigurosa aplicación de las legislaciones concernidas, a la intensificación de las repatriaciones y a que se incentiven la producción, la inversión y el comercio en la zona limítrofe?
Impugnar, con justificaciones que avergüenzan y dan penas, iniciativas para coadyuvar con la estabilización de la acuciante crisis de Haití equivale, por más vueltas que soporte, a una traición que ha de tener consecuencias. ¿Cómo castigar a los traidores? fue el título de un artículo difundido por quien escribe, el 29 de noviembre de 2021.
Dos años después (2023), mucho antes de los acontecimientos estremecedores que están ocurriendo, los emperadores de la vileza vuelven por sus fueros y se ponen al desnudo, en un pavoneo insolente. Para que no haya dudas, repliquemos íntegramente este trabajo. Helo aquí:
En la argucia de que con la protección de la integridad territorial dominicana y la seguridad interna se persiguen a migrantes y promueve el odio y miedo, siete caballistas de la traición justifican el arribo de un trote de parturientas de Haití.
Aplauden la alevosa coartada para que esos forasteros se adueñen de pueblos y barrios, en su indetenible convoy de invasión pacífica del Oriente de la isla.
¡Caramba, Duarte, cuánta felonía!
¡Vaya, Duarte visionario, puro y divino de la defensa nacional!
En el mástil de la cantaleta de la anhelada pero impracticable convivencia pacífica, esos siete caballistas son traidores en la urdimbre de un subterfugio intermitente que, como jau jau, aceleran una hecatombe insular. Esos copetudos entroncan, en el ventanal más infame, una juntura con la truchimanería usurpadora en las travesuras ofensivas e indignas.
En esa muy visible cabalgata, con zancadillas y deslealtades concatenadas, fraguan conjuras, como caja de resonancia, greñudos centauros con resfriados en sus entrecejos, y sin un ápice de patriotismo. Ellos son:
1) Traficantes de embarazadas, niños, jóvenes y adultos;
2) Militares de altos y bajos rangos que manosean mendrugos;
3) Presidentes de la República que han temido a los mandatos imperiales;
4) Comerciantes que priorizan más, salvajemente, el lucro y el enriquecimiento;
5) Ong’s afanadas en conseguir dinero;
6.- Comentaristas ¡jau, jau! que legitiman la ocupación, y
7) Cónsules que facilitan visados (¿…?) a diestra y siniestra, y embajadores en Haití que ejercen como diplomáticos haitianos, y no como dominicanos.
Esos siete caballistas incurren, en sus trasnoches sin siestas, en el delito de alta traición a la Patria e inconscientemente se asocian a los complots contra la seguridad nacional, tipificados en la Constitución y el Código Penal. Encajan como una conducta desleal y se adhieren a una figura delictiva en períodos de guerra y de paz. Pueden ser juzgados como reos de lesa Nación.
En la diversidad de países, los conspiradores/infames son sentenciados con distintas penalidades: multas en metálico, inhabilitación absoluta perpetua, prisión de 5 a 40 años, encarcelamientos permanentes sin derecho a indulto, y con pena de muerte.
¿Cómo castigarlos?
1) Difundiendo los nombres de los traidores de la Patria;
2) Presentando recursos para aplicar la Constitución y el Código Penal;
3) Despreciando sus discursos,
4) Colocando en la hoguera muñecos simulando sus figuras físicas, y
5) Refutando sus artículos.
El razonamiento de Duarte se condensa como un pentaedro, pirámide pentagonal o pentatlón: contienda, competencia, rodaje, brinco y jabalina. Dos siglos después, los pétalos de ese juicio brotan como divisas para guiar los destinos de la República: “Mientras no se escarmiente a los traidores como se debe, los buenos y verdaderos dominicanos serán siempre víctimas de sus maquinaciones”.