Por Milton Olivo
La presidencia de Luis Abinader ha marcado un hito en la historia política de la República Dominicana. Desde su llegada al poder, Abinader ha demostrado un compromiso con la transformación del país, no solo a través de su gestión, sino también por su inusual decisión de no buscar la reelección.
En un país donde el poder presidencial ha sido históricamente centralizado y todos históricamente persiguiendo perpetuarse en el poder, esta actitud de desprendimiento y visión a futuro del presidente Abinader, resuena como un cambio de paradigma que, sin duda, inaugura una nueva era en la política dominicana.
El hecho de que Abinader, en pleno ejercicio de sus funciones y con todo el poder a su disposición, elija renunciar a perpetuarse en el poder, es una muestra de su compromiso con el fortalecimiento de la democracia y la institucionalidad.
Esta decisión no solo lo convierte en un referente histórico, sino que también abre la puerta a un debate necesario sobre la estructura del Estado y las reformas que podrían transformar el sistema político del país.
La Oportunidad de la Reforma Constitucional
La iniciativa de Abinader de promover una reforma constitucional es una oportunidad histórica para repensar y rediseñar el modelo de gobierno en la República Dominicana.
El sistema actual, profundamente presidencialista y centralizado, ha resultado en un escenario donde la corrupción, la impunidad y la represión han sido constantes. Este modelo, donde el presidente concentra la mayor parte del poder, ha demostrado a través de la historia, ser ineficaz para enfrentar los desafíos del país de manera equitativa y democrática.
El sueño de un modelo descentralizado y participativo, donde las provincias y los municipios tengan un mayor control sobre sus recursos y su destino, podría ser la solución para muchos de los problemas estructurales que enfrenta la República Dominicana.
Imaginar una República Dominicana donde los gobernadores provinciales sean elegidos por la población local, donde las provincias cuenten con sus propios presupuestos y gabinetes, y puedan impulsar sus propios planes de desarrollo, es imaginar una nación más justa, equitativa y eficiente.
Un Sistema de Justicia Independiente
La transformación del sistema judicial es otro aspecto crucial en esta visión de cambio. Excluir la política de la justicia, estableciendo que el Procurador General de la República sea designado por una comisión formada por los decanos de las facultades de ciencias jurídicas de las universidades, garantiza un sistema más imparcial y menos susceptible a influencias externas.
Asimismo, la conformación del Consejo de la Magistratura por los rectores de las universidades del país sería un paso significativo hacia la despolitización del poder judicial, asegurando que las decisiones en este ámbito se tomen con el mayor grado de objetividad y profesionalismo.
Descentralización y Participación Ciudadana
La creación de una policía nacional transformada en cuerpos municipales, con directores elegidos por los consejos de regidores locales, es otra propuesta que podría fortalecer la seguridad pública al hacerla más cercana a las necesidades y realidades de cada comunidad. Este enfoque participativo no solo descentralizaría el poder, sino que también fomentaría una mayor responsabilidad y transparencia en la gestión pública.
En resumen, el compromiso de Luis Abinader con el futuro y su disposición a renunciar al poder, no solo lo posicionan como un líder histórico, sino que también ofrecen una oportunidad única para transformar la República Dominicana.
El cambio de un modelo presidencialista y centralizado a uno descentralizado y participativo podría ser la clave para superar los males que han afectado al país durante décadas. La historia juzgará a Abinader, no solo por sus acciones, sino también por el legado de reformas que, si se logran concretar, podrían marcar el comienzo de una nueva era para la nación.
La República Dominicana tiene frente a sí la oportunidad de convertirse en un modelo de democracia moderna y participativa, y todo comienza con la valentía de quienes, como Abinader, se atreven a soñar con un futuro mejor, incluso si eso significa renunciar al poder en el futuro.
El autor es activista por una Quisqueya potencia.