Por Milton Olivo
En un mundo que avanza a pasos agigantados, República Dominicana se encuentra en una encrucijada histórica. O nos convertimos en parte de la solución, o seguiremos siendo parte del problema. Para lograrlo, es urgente definir un norte como nación: -mi propuesta- convertirnos en una potencia regional, siguiendo el ejemplo de países como Taiwán, Japón, Singapur e Israel. Estos modelos nos enseñan que el desarrollo no es un sueño inalcanzable, sino el resultado de una visión clara, una planificación estratégica y una ejecución impecable.
Pero, ¿cómo llegar allí? Lo primero es identificar los patógenos que nos aquejan: el desempleo, la falta de oportunidades, la entrega de nuestros recursos naturales y el subdesarrollo crónico, pésimos servicios públicos, etc. Estos males no se curarán con parches temporales, sino con soluciones estructurales que transformen nuestra realidad.
La Solución: Un Modelo de Desarrollo Integral. La clave para superar estos desafíos está en impulsar el desarrollo potencial de nuestros sectores productivos, multiplicar nuestras exportaciones y crear nuevos sectores industriales de última generación. Para ello, es fundamental enfocar la inversión de los recursos disponibles –en vez de construcción civiles- en áreas estratégicas que generen un impacto multiplicador en la economía y el bienestar social. Por ejemplo:
- Industrialización del sector agropecuario. No podemos seguir haciendo lo mismo y esperar resultados diferentes. Es hora de pasar de incentivar la siembra a industrializar el sector. Esto implica construir un tejido de agroindustrias en cada municipio, capaces de procesar y transformar nuestra producción en productos no perecederos. El Estado no necesita gastar un centavo: puede financiar estas agroindustrias, convertir el monto de la inversión en acciones y venderlas al público. Así, se promueve la participación ciudadana y se democratiza la riqueza.
- Desarrollo de nuevos sectores industriales. Debemos apostar por sectores de vanguardia, como la tecnología, la energía renovable y la manufactura avanzada. Países como Taiwán y Singapur han demostrado que la inversión en innovación y educación es el camino hacia el desarrollo sostenible.
- Multiplicación de las exportaciones. Para competir en el mercado global, es esencial diversificar nuestra oferta exportable y agregar valor a nuestros productos. Esto no solo generará divisas, sino también empleos de calidad y oportunidades para los dominicanos.
Reforma Constitucional: Descentralización y Participación Ciudadana. El cambio que necesitamos no será posible sin una reforma constitucional profunda. Es hora de pasar de un modelo representativo a un modelo participativo, donde los ciudadanos tengan un papel activo en la toma de decisiones. Esto implica:
- Descentralización del poder. Debemos transitar de un modelo unitario, donde el poder lo concentra el Poder Ejecutivo, a un modelo federal, donde las provincias tengan autonomía para gestionar sus recursos y diseñar sus planes de desarrollo. Los gobernadores provinciales deben ser electos por la población, y el 50% de la partida de inversión del presupuesto nacional debe distribuirse entre las provincias en proporción a sus habitantes.
- Desconcentración de la riqueza. La riqueza no puede seguir concentrándose en pocas manos. Es necesario impulsar iniciativas que promuevan una mejor redistribución, comenzando por la propiedad de la tierra y extendiéndose a otros sectores estratégicos. Y un ejemplo son las tierras del CEA, deben ser redistribuida adecuadamente para convertir sus beneficiarios en suplidores de las agroindustrias existentes o por desarrollar.
- Transformación de los ministerios. Los actuales ministerios deben pasar de los huacales del presente, a convertirse en ministerios de investigación, desarrollo e innovación, encargados de asesorar a la presidencia y a las provincias en temas clave. Su rol no debe ser administrar, sino impulsar la transformación.
Rescate de la Justicia: Imperio de la Ley. Un país no puede avanzar sin un sistema judicial independiente y eficiente. Para rescatar la justicia, proponemos:
- Establecimiento del sistema de jurados. Este sistema garantizará que las decisiones judiciales sean más transparentes y cercanas a la ciudadanía.
- Exclusión de la política del sistema judicial. El Consejo de la Magistratura debe estar formado por los rectores universitarios, y el procurador de la República debe ser designado por los decanos de ciencias jurídicas de las universidades. Esto asegurará que la justicia esté en manos de expertos, no de políticos.
- Descentralización de la Policía Nacional. La seguridad debe ser una responsabilidad local. Convertir la Policía Nacional en policías municipales permitirá una gestión más eficiente y adaptada a las necesidades de cada comunidad.
El Gran Desafío del Siglo. El cambio que necesitamos no consiste en administrar lo existente, sino en transformarlo. Este es el gran desafío del siglo XXI: entender que el desarrollo no es un regalo, sino una construcción colectiva. Requiere visión, valentía y, sobre todo, la participación activa de todos los dominicanos.
República Dominicana tiene todo lo necesario para convertirse en una potencia regional: recursos naturales, ubicación estratégica y un pueblo trabajador y creativo. Lo único que nos falta es el desarrollo de la visión desarrollista, la decisión política y la voluntad colectiva para hacerlo realidad.
El futuro de República Dominicana no está escrito. Depende de las decisiones que tomemos hoy. Podemos seguir siendo espectadores de nuestro propio subdesarrollo, o podemos convertirnos en protagonistas de una historia de éxito. La elección es nuestra. O somos parte de la solución, o seguiremos siendo parte del problema.
El autor es escritor, novelista, dirigente PRMista y activista por una Quisqueya potencia.