El “Pequeño Haití”, un lugar donde se compra y vende prácticamente de todo y conviven haitianos y dominicanos desde hace más de 40 años, sigue siendo un espacio de hacinamiento, de insalubridad, de violación a los espacios públicos que combinados muestran un panorama caótico que se agrava con el tiempo.
Las vías son caóticas, apenas hay espacios para caminar debido a la gran cantidad de “productos” de que se venden en las calles y aceras desde libros viejos, herramientas, utensilios para el hogar, alimentos, flores, quincallería, ropas y zapatos nuevos y usados, entre otros.
El cuadrante de las calles Doctor Hernando de Gorjón, Benito González, Del Monte y Tejada y Santomé es un caos permanente, sobre todo de lunes a sábado. Las aceras están totalmente ocupadas y solo se deja un trecho por el centro de las calles por donde apenas puede pasar vehículos como es el caso de la calle Imbert.
¡Juntos, pero no reburujados!
Aunque dominicanos y haitianos están juntos en el perímetro no están “reburujaos”, como dice Diómedes Méndez quien lleva 31 años vendiendo objetos viejos con los que mantiene su familia.
Los extranjeros parecen mayoría y se concentran principalmente en la calle Del Monte y Tejada, donde venden flores, ropas nuevas y usadas, calzados, comida y no faltan las botánicas, peor también hay almacenes de mayoristas para la exportación de productos en grandes cantidades.
Las pensiones o habitaciones están ocupadas mayormente por haitianos que además tienen su iglesia, barbería en plena calle y otros negocios.
Los dominicanos ocupan básicamente la calle Imbert y doctor Hernando Gorjón, pero casi nunca comparten con los haitianos, hay una especie de acuerdo tácito de respeto y sobrevivencia.
“Aquí no hay compañerismo, hemos querido hacer una organización, pero no se ha podido, aquí roban mucho, el otro día tuve que caerle a palo a uno ahí que se llevaba una mercancía”, cuenta.
Silencio cómplice
Los haitianos se muestran renuentes a hablar, muchos hacen señas de que no saben hablar español para no hablar con la prensa y otros se esconden, pero los hay que se muestran indiferentes a las preguntas como si no estuvieran hablando con ellos.
Rafael Rojas vende libros viejos, cámaras obsoletas, ropa y utensilios para el hogar y muchos otros objetos desechados y dice que en los 18 años que lleva en el lugar ha podido garantizarle el aliento a su familia, peor está cansado por la falta de unidad.
“Estoy loco por irme de aquí hay demasiada maldad, hay ladrones y de todo, demasiada delincuencia, yo no he dejado todo botado porque de aquí es que yo mantengo a mi familia”, dice.
Coincidencia
Todos coinciden en que a pesar del caos de basura, la ocupación de las calles y aceras, el cabildo el Distrito no “nos molesta”, que a veces van algunos supervisores y los conminan a recoger un poco las mercancías hacia las aceras.
Felipe Tejada, otro vendedor, cuenta que en la pasada administración fueron construidos unos locales en el área del mercado para retirarlos de las aceras y calles, pero que finalmente nunca se los entregaron.
Mientras tanto el área es pestilente, con basura y objetos por todos lados que no permiten el libre tránsito vehicular ni peatonal, pero un mercado particular hasta donde acuden clientes a buscar hasta lo que se cree no existe.
El cabildo recoge los residuos sólidos con regularidad , pero debido a la gran producción de basura en la zona, casi siempre las calles están sucias. Las autoridades municipales tienen planes para mejorar la situación, se informó extraoficialmente