CHINA. China quiere dejar atrás su imagen asociada al paraíso de las copias y las falsificaciones y para ello el Gobierno realiza cada vez más acciones de protección de la propiedad intelectual, leyes que todavía no se ven reflejadas en el comercio real.
Y es que comprar hoy en día falsificaciones “made in China” (hechas en China) es tan sencillo como siempre, tanto en tiendas físicas en el gigante asiático (los famosos mercados de falsificaciones) como en los “top manta” del extranjero, y también a través de Internet, en los portales de comercio electrónico.
“Yo no he sufrido ningún control por parte del Gobierno en mi tienda aunque sí es cierto que ahora nos cuesta más que nos suministren ciertos productos”, cuenta a Efe un vendedor del mercado Ya Tai Sheng Hui, conocido popularmente como “el fake market” de Shanghái.
Como lo es el hermano Mercado de la Seda de Pekín, este recinto es el paraíso para los amantes de las falsificaciones y en él se puede encontrar desde el último modelo de bolso de Michael Kors recién copiado de la pasarela, hasta la copia exacta de los altavoces de Bosé, que aunque tienen un sonido enlatado, cuestan una vigésima parte de los originales.
Está situado bajo tierra, en una parada de metro, y creció después de que el mercado más famoso de la ciudad, ubicado en la turística calle de Nanjing (junto a las tiendas originales de Prada o Louis Vuitton), fuera clausurado por el dueño del edificio, ante las denuncias de las marcas.
“Lo cierras hoy, pero mañana lo van a poner en otro sitio”, cuenta a Efe Daniel de Prado, abogado del despacho chino HFG, bufete experto en propiedad intelectual.
Aunque los vendedores, penúltimo eslabón de una cadena ilegal (justo antes del comprador, que la cierra), parezcan lo más evidente del universo de las falsificaciones por estar a la vista, “si no atacas las fuentes, a los fabricantes, distribuidores, exportadores…”, es como si no hicieras nada.
Según un informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), el tráfico de copias movió en 2015 unos 500.000 millones de dólares y la mayoría de los bienes incautados procedía de China.
Es, por tanto, “un mercado del que viven muchos millones de personas” en el gigante asiático y el Gobierno “no lo puede cerrar de la noche a la mañana”.