Por Cándido Mercedes
“La debilidad institucional incentiva una visión cortoplacista en las elites, la cual socavan la estabilidad y la calidad democrática, así como los esfuerzos de política pública dirigidos a combatir las desigualdades”. (Análisis de la Encuesta Cultura Democrática: 2022-2023).
Dedicamos este artículo a Cristóbal Rodríguez, hombre con rostro adusto, que simboliza más prolongación de su tiempo, empero, que expresa su dominio del derecho constitucional.
La sociedad política se encuentra en un difícil tránsito: la brisa del presente con perspectiva halagüeña de futuro no logra “aturdecer” a las fuerzas políticas del pasado. El desafío es, cómo con energía y audacia lograr que ese pretérito que ronda con desesperación, se mantenga y emerja con relato de ficción y muy poca imaginación para su mantenimiento.
El corolario actual es una partitocracia sin creatividad ni innovación, traduciendo un sesgo argumental, expresado en una falacia, farsa de la equivalencia y en una tórrida falacia lógica que no encuentra eco con la realidad, con los hechos, con lo objetivo que se pretende conocer y abordar.
El mapeo de los relatos me apena y entristece, no solo por la semiótica de la lectura de los cuerpos encasillados, sino, por el encapsulado de los discursos, criptominado en sus encierros del pasado. Decir que la Reforma Constitucional planteada en la carta del Presidente es riesgosa e innecesaria, improvisada y propagandística, constituye el simple juego de un infantilismo político que denota el desvarío y desazón de un conjunto de hombres y de mujeres en la vida política, que no comprenden la sociedad en que nos encontramos.
Ellos son los que con sus “cápsulas” han generado acciones y decisiones en los últimos años que nos han perfilado como una democracia débil o, como dice el estudio de Cultura democrática del Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo, de “desafección democrática”.
La falta de coherencia, consistencia, de creencia en los valores de la democracia, han ido erosionando la validez de la asunción en el sistema democrático. Solo 22% de los ciudadanos se encuentran inscritos en los partidos políticos y cuando segregamos por edades, nos encontramos que en el segmento de los más jóvenes, la desafección, el desinterés, la desconfianza, la desilusión es mayor. Hay una desconexión de esa partitocracia con los desafíos societales. No logran dibujar lo contornos de la dinámica de los nuevos actores políticos-sociales que se anidan y se están incubando en el seno de nuestra formación social.
Cinco elementos claves, a la luz de la Sociología, hay que validar constantemente para poder conexionar con una sociedad dinámica, donde las fuerzas sociales que modelan el comportamiento expresan nuevos desafíos. Ellos Son:
1) Estructura social y estructura económica.
2) Acción social.
3) Integración funcional
4) Poder.
5) Cultura.
Es visualizar como ese poliedro se interrelaciona de manera continua y sistemática en el seno de una sociedad, objetivizando sus procesos, sus contradicciones y desafíos en cada momento, en cada contexto. La sociología busca describir y explicar el clima social, así como hacer predicciones del futuro, realizar análisis de tendencias y estudios de corte longitudinal y transversal para hacer comparaciones a lo largo del tiempo y en la actualidad.
En esa perspectiva y parafraseando al Secretario General del PLD frente al discurso de la toma de posesión del Presidente Abinader el 16 de agosto, este dijo “El discurso presenta un futuro sombrío. Estos 4 años serán peores que los cuatro malos que acaban de pasar” La partitocracia del pasado no acaba de comprender, de entender y mucho menos de internalizar las tendencias, no logra ahondar en la esencia para identificar las fuerzas sociales que hoy fluyen como transición entre una sociedad que quiere encontrarse con el presente y yugular un pasado, que de tanto mutarse, trastoca los tiempos, desfigurando el ritmo del alcance de la historia.
Nos encontramos en una difícil transición, entre lo viejo y la antesala de bocetos y embriones de lo nuevo. El paradigma del pasado está ahí, se ahoga, empero, se encuentra hilvanado en un palo de fósforo para ver cómo se arrima a la orilla del mar. No obstante, no tiene salvavidas. Emerge, subrepticiamente, con zigzagueo, pero firme, una nueva cultura política que implica una mayor decencia en el ejercicio del poder, en la coherencia, en la consistencia de los compromisos, en la asunción de una vida pública que se cristaliza como axioma horizontal de la vida privada.
La asunción de una nueva cultura política ha de devenir, como crisol inexorable, en una buena política, en un nuevo quehacer del comportamiento, donde de manera medular no nos creamos por encima de las instituciones y la concepción del poder sea para hacer “lo que hay que hacer y realizar lo que conviene”.
Todo tejido político, social, cultural, institucional, económico, se encuentra en constante construcción y reconstrucción. Lo que ayer era válido, hoy queda superado por nuevas realidades. Todo lo que el ser humano hace se puede mejorar y ese ha de ser siempre el paradigma de la apertura mental, en función de los intereses colectivos de una sociedad determinada. Entendiendo como clave de determinación el contexto social y político, en el que se producen la nuevas acciones y decisiones que no devienen, no dimanan en el vacío.
Se producen en el marco de una estructura económica, de una estructura social. Una cultura (como proceso) que determina nuevas configuraciones del poder y con ello, nuevas visiones de este, que desestructuran el pasado gris, oscuro y opaco de la forma de hacer política. Hay cuatro objetivos condensados en la propuesta presidencial ¿Por qué y para qué de la Reforma Constitucional?
1) La alternabilidad en el poder. La necesidad de una mayor circulación de la elite política. La posibilidad de una mayor democracia interna. En los últimos 24 años se han realizado tres reformas constitucionales. Las tres para la reelección, rehabilitación y dos intenciones En esta reforma es para evitar la tentación de hacer reforma para el propio Presidente beneficiarse. Se trata de hacer más difícil toda reforma para ese objetivo. No es objetivo, no es profesional, querer igualar la reforma presentada con las que hicieron Hipólito, Leonel y Danilo.
2) Una mayor cohabitación y gobernabilidad democrática al Presidente quitarse más poder y que el Consejo Nacional de la Magistratura elija al Procurador.
3) El 99% en la sociedad dominicana está conteste de que la figura del Procurador, no sea parte del Consejo nacional.
4) Es nodal que el Procurador ni el Ministerio Público no sean responsables de las cárceles, de su administración y operacionalización.
5) Es ineluctable, un prerrequisito sine qua non, de que las elecciones municipales no pueden ser separadas en la distancia del tiempo de apenas tres meses de las presidenciales.
6) Una constitución como contrato político – jurídico traza al mismo tiempo “las competencias de los órganos gubernativos”. Estos cambian, se complejizan ante las nuevas realidades y hay que buscar respuestas acordes a los nuevos retos.
7) El Estado es en sí mismo una estructura de poder. Lo jurídico engloba el derecho para legalizar y legitimar lo político, que es, en gran medida, las relaciones de poder.
Como vemos, las modificaciones de los artículos 81, 166, 167, 169, 171, 178, 179, 209, 268 y 274, que acusan una loable pertinencia y validez, no es “simple populismo y publicidad”. Los políticos, una inmensa mayoría, requieren de lo que C. Wright Mills denominó la “imaginación sociológica”; en tanto, es encontrar las conexiones del contexto social y las fuerzas históricas en el que interactúan y dan cuerpo a una visión más amplia. En otras palabras, significa observar nuestras experiencias a la luz de lo que sucede en el mundo social. Significa también, atender a los patrones sociales y políticos más extensos, más amplios.
Hay una parte de la partitocracia atrapado en su pasado, que le dio éxito, empero, que no pueden seguir prologando. Están en la encrucijada entre lo percibido con sus lentes de parálisis paradigmática y el mundo real, el sentido de lo que hacen y la poca influencia en el presente. Ya no tienen, como alguna vez tuvieron, la posibilidad de pensar en grande, más allá de la mera coyuntura. La misión del poder por el poder forma parte del hacer empírico, hoy requerimos de una nueva partitura que produzca una nueva melodía y, para ello, se requiere de manera urgente transformarse, reinventarse en una nueva mentalidad impulsora.
Esa partitocracia en su nostalgia del pasado se encuentra como nos decía Joan Margarit en SE PIERDE LA SEÑAL “Abandonados por los que los guiaban sin saber el camino, acosados. Hemos tratado de sobrevivir y de volver a casa”. Han de entender que ya no son los mismos en esta difícil encrucijada de la transición, donde el pasado no es fuente de inspiración, ni de ilusión ni de esperanza.

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